Le recodaré, por si lo ha olvidado, que con dos años menos de los que hoy tiene él, el almirante Casto Méndez Núñez obdeció las órdenes del Ministro de Estadio de la Reina Isabel II y, para contener la cadena de levantamientos contra la Corona española en varios países de Sudamérica, ordenó a la Armada atacar Valparaíso pese a las amenazas del Comodoro Rogers, jefe de la escuadra norteamericana que defendía, junto a la británica, las insurreciones que llevaron a la independencia de los que eran territorios de la Monarquía española.
Aquel Gobierno presidido por el general tinerfeño Leopoldo O`Donnell , al que llenarían de título nobiliarios tanto Isabel II como su hijo Alfonso XII quiso imponerse a la fuerza a unos países que llevaban el independentismo en los genes de sus dirigentes y que contaban con el apoyo interesado de norteamericanos y británicos. Cayeron las bombas lanzadas desde los buques anclados frente a las costas de la ciudad chilena y la respuesta de las Armadas enemigos no se hizo esperar: o rendición o destrucción. Tampoco tardó Méndez Núñez en enviar su mensaje, convertido desde entonces en todo un clásico de la historia de las guerras: “más vale hora sin barcos, que barcos sin honra”. España perdió los barcos, perdió las guerras y Méndez Núñez moriría dos años más tarde en Pontevedra.
Si Iglesias, que ya hace tiempo que descubrió su error al dejar en la vicepresidencia a la que era su auténtica enemiga, y los que defienden la marca de Podemos deciden presentarse con sus propias siglas frente al magma de Sumar perderán los dos, pero no serán humillados y arrojados a las fieras.