Todo parece indicar que Pedro Sánchez no conseguirá renovar su gobierno progresista, el problema es que no será lo mismo perder por 14 escaños que fueron los que le faltaron a Felipe González en 1996 cuando tuvo que ceder La Moncloa a José María Aznar al que también le faltaban nada menos que 20 escaños, que hacerlo por goleada como le pasó a Rubalcaba en 2011 frente a Mariano Rajoy. Lo primero sería una derrota dulce, lo segundo su despedida de la política.
El PP desalojó al PSOE en 1996 con el simple eslogan de “Váyase señor González” y ahora Feijóo repite el esquema (“Desalojar a Sánchez”) aprovechando el clima que se ha instalado en la sociedad española de cambio de ciclo. La cuestión es si los votantes (la España mansa) que fluctúan históricamente entre los dos partidos van a seguir la huella de 1996 o la de 2011.
Las encuestas se inclinan, por ahora, por una lenta subida del PP y una también pequeña bajada del PSOE, lo que da esperanzas a Sánchez de poder aspirar a un resultado menos malo y que de visos de poder rehacer un gobierno –con el apoyo de todos, desde Junts a Bildu, desde el PNV a ERC (y por supuesto de Sumar)- que tendría las horas contadas pero que le permitiría seguir al frente del PSOE por lo menos hasta las siguientes elecciones que él mismo tendría de convocar.
El PP, por su parte, tampoco las tiene todas consigo. Ni Feijóo es un líder de masas, ni el partido ha querido –como le ocurrió en tiempos de Rajoy- competir con una solución más drástica apostando por Isabel Díaz Ayuso, lo que si hubiera sido un fuerte revulsivo electoral. El 23-J, el dirigente gallego también se juega su futuro a una carta, aunque en este caso también una derrota por la mínima le daría las opciones suficientes para seguir al frente de la derecha.
Los que se juegan menos son tanto Vox como Sumar. Ellos sacarán los escaños que sean pero su papel será cada vez más secundario a medida que crece de nuevo el bipartidismo. Tanto Abascal como Yolanda Díaz tendrá que confirmarse con apoyar al PP y al PSOE respectivamente. La política no les concede ya un papel protagonista salvo el de ceder sus escaños al ganador. Importante, pero sin posibilidad de negociar al estilo de cómo lo hizo Pablo iglesias en 2019.
En el mundo independentista, la partida se juega entre la derecha y la izquierda nacionalistas. En Euskadi si el PNV resiste al avance de la fortalecida Bildu, y en Cataluña si Junts remonta frente a una muy debilitada ERC.