Mientras tanto y con las mesas de negociación funcionando sin parar y bajo la mirada del resto de formaciones, el reloj electoral sigue adelante.Habremos consumido agosto y septiembre y estaremos más cerca de volver a convocar a los españoles a las urnas en el mes de noviembre, con sus correspondientes trámites: disolución de las dos Cámaras, Congreso y Senado, y cita con las urnas 47 días más tarde, siete menos de los que se contemplaban hasta la reforma de 2016, precisamente para acortar los plazos de un Gobierno en funciones.
Ese largo camino nos lleva a mediados de diciembre e incluso a la Navidad, cinco meses durante los cuales España seguirá presidiendo la Unión Europea, habrá llegado el inviernos y todo parece indicar que seguirá la guerra en Ucrania, con crisis de todo tipo, desde la de la energía a la de la alimentación en Europa, que se irá alejando cada vez más como ejemplo del resto del mundo.
Vuelta a empezar en esa hipótesis. Urnas, ganadores y perdedores, intereses de partido y personales por medio, repetición o cambio en las listas e incluso en los propios candidatos. Inestabilidad en España y en todo su andamiaje institucional hasta los meses de febrero o marzo para intentar que el candidato ganador, con o sin mayoría absoluta pero sí con los escaños suficientes se presente a la nueva investidura. La palabra “bloqueo” se queda pequeña ante ese panorama que es muy real y muy posible. El Estado no puede ceder, ni ningún presidente puede ir más allá de la Ley.
Existe una posibilidad muy remota pero que desde la izquierda y sobre todo la izquierda que representa Sumar no dudaría en emplear: dado que la actual Constitución exige dos tercios de los diputados para aprobar cualquier cambio que afecte a sus principios básicos, el atajo que ya estudiaron en Unidas Podemos, y que esperemos que se quede encerrado con siete cerrojos como el sepulcro de El Cid, es someter un nuevo texto constitucional a un Referendum, que es caso de ganarlo por sus promotores abriría la puerta a una reforma aún más importante y traumática que la de 1978. La idea puede parecer una locura pero España ya está metida en la locura de gobernar con 122 escaños y seis grupos políticos sumando apoyos, los mismos grupos políticos que quieren dejar a España por considerar que no son libres.