NACIONAL

El último jarrón chino que han roto Sánchez y Zapatero

Raúl Heras | Miércoles 26 de julio de 2023
No se querían. Ninguno de los tres, pero Sánchez y Zapatero decidieron que ya era hora de terminar con el influjo de Felipe González en el PSOE y en España. Ausente de la campaña electoral el hombre que fundó el nuevo socialismo español hace 40 años, ya no representa a casi nadie en el futuro del Partido Socialista. Tampoco en la política de Estado y es difícil que mantenga alguna influencia en la vida económica y financiera más allá de sus servicios bien remunerados a Carlos Slim.

Fue el primero en pisar el palacio de La Moncloa y en el sillón de mando del PSOE que enterró la herencia de Pablo Iglesias e Indalecio Prieto, junto a todo el exilio republicano que siguió al fin de Guerra Civil. El primero que intentó que se quedara por el camino fue su sucesor en llevar al socialismo al poder, Rodríguez Zapatero, también ganador de un Congreso en el que el gran favorito de Felipe y el “PSOE restaurado “ era José Bono. Una decena de votos y la oposición de Alfonso Guerra y Matilde Fernández, dejaron al entonces presidente de Castilla La Mancha fuera de la lucha por el Gobierno de España.

Hace cinco años, Pedro Sánchez venció a los dos, pese a que de forma muy rápida pactara una larga paz con su antecesor, que es quién más le ha apoyado en estas elecciones del 23 de julio. Pedro Sánchez no soporta ni a Felipe González, ni a todo lo que el político sevillano representa dentro y fuera del partido, convertido ya en un incómodo “ jarrón chino” que siempre intentará complicarle la vida, sobre todo a nivel internacional. Justo todo lo contrario que ha hecho y sigue haciendo ZP, convertido de hecho en una especie de “embajador” para América del Sur.

La actividad política de los dos expresidentes se ha acentuado en los últimos meses. Con declaraciones, viajes y conspiraciones internas por medio, González ha intentado que el actual Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos durara lo menos posible. Sin resultado antes y tampoco en el inmediato futuro si al final Sánchez consigue la investidura. A ninguno de los dos les gustaba la aparente cordialidad que existía entre Sánchez y Pablo Iglesias. Son anticomunistas tanto o más que los dirigentes del PP y de Vox. Con Yolanda Díaz, dentro de España, y el Grupo de Puebla en el exterior, las cosas ya cambiaron.

Las relaciones de Felipe González son con la élite financiera y empresarial, las de Rodríguez Zapatero con los nuevos dirigentes de la llamada “revolución bolivariana”, otro elemento de cohesión con ese amplio espectro que es Sumar.

Dentro del Partido Socialista, uno y otro cuentan con apoyos. Se sabe de unos pocos y se cree que existen muchos más. No tanto por las simpatías que ahora inspiren los antiguos secretarios generales como por el “paraguas” que proporcionaban tras las elecciones de mayo - rotas por los comicios de julio - a las ambiciones de los que esperaban mantenerse en su actual poder, y si es posible acrecentarlo.

Felipe González y Rodríguez Zapatero no caminan juntos. Tienen muy poco en común en cuanto a la forma de ejercer el poder y menos aún en cuanto a la forma de articular la España autonómica y su futuro económico. González ya era liberal cuando mandaba; y Zapatero era federalista convencido cuando dejó crecer a los independentistas catalanes muy por encima de lo que ellos mismos creían.

A González le alaban desde los Estados Unidos y le ayudan desde las grandes fortunas iberoamericanas, con Carlos Slim y la familia Cisneros en cabeza, al actual Rey de Marruecos o sus amistades entre los grandes productores árabes de petróleo. Menos ambicioso o menos afortunado, Zapatero tiene que conformarse con Nicolás Maduro y algunos dirigentes sudamericanos, con tímidos intentos de extender su menguante influencia en la parte africana que le abrieron sus exministros Miguel Angel Moratinos y José Bono. Sus declaraciones contra la influencia de Estados Unidos y el mencionado deseo de aislar a la superpotencia no hace sino aislarle más en sus viajes internacionales y en su presencia en España.

El actual inquilino de La Moncloa conoce sus intenciones y mientras combate en todos los terrenos posibles a González, ha cerrado y aumentado su pacto de ayuda mutua con Zapatero, en lo que tiene de utilizable pese a sus “salidas de madre”, que es lo que pone de los nervios a Sánchez y a su equipo de confianza, ese en el que José Blanco y sus dos amigos de los gobiernos socialistas, como son Antonio Hernando y Oscar Lopez le sirven de apoyo junto al incombustible José Felix Tezanos.

Al político leonés no se le conocen amigos poderosos en el mundo económico y financiero. Sí en el político, que viene a equilibrar la balanza de los intereses. Al político sevillano, le sobran. Los dos, al igual que le ocurre a José María Aznar por la derecha, aman el poder, desean que se les escuche y que se les pida opinión mientras buscan la influencia que perdieron al abandonar la presidencia.

Queda algo de ideología, por ser benévolos, pero suman más los intereses personales. Y puede que el reto de ver quién es más capaz de sobrevivir y vencer a su oponente, a ese adversario y enemigo en el que coinciden, el “Jano” gubernamental que forman ahora Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. En la líder de Sumar, pese a su perdida de escaños y votos, como le ha recordado el ala dura de Podemos encarnada en Ione Belarra y el propio Pablo Iglesias, se juntan los ataques de los dirigentes críticos del PSOE con los del PP y de Vox, y hasta de formaciones tan dispares como el PNV o Junts x Cat, ERC, el PNV y Bildu. Desde el cuadro de mandos de La Moncloa la visión es muy distinta y creen que no le viene mal a Sánchez que exista una oposición retro muy controlada dentro de sus propias filas. Al amigo hay que tenerlo cerca. Y al enemigo más cerca siempre.


Noticias relacionadas