Martes 21 de octubre de 2014
Dicen quienes presumen de estar en sus entornos que Mariano Rajoy ha pasado sus breves vacaciones meditando los pros y los contras de unaoperación política de cierta envergadura. Su encuentro secreto -pero, al final, tan público-con el president de la Generalitat, Artur Mas, y sus discretas gestiones con el mundo nacionalista vasco, que en el fondo comparte el mismo interés por la liquidación formal de ETA, harían pensar que el inmovilismo que tantos achacan al presidente del Gobierno no es para tanto. Ahora, precisamente ahora, tiene la ocasión de demostrarlo.
Reconozco que me siento algo confuso cuando, con toda lógica, hay sectores que reprochan a Rajoy el haberse reunido con Mas sin luz, sin taquígrafos y en medio de un secretismo poco acorde con la transparencia con la que el PP dijo que iba a gobernar. Comparto esas críticas y, sin embargo, no puedo sino alegrarme de que el inquilino de La Moncloa tuviese la iniciativa -dicen que fue el catalán quien exigió el silencio sobre el encuentro-de reunirse con el agobiado mesiánico que viste el traje de molt honorable president de la Generalitat de Catalunya. Un traje que, en mi opinión, le viene muy grande.
Había, y hay, muchas cosas que desbloquear y eso solamente se puede hacer, lo reconozco, en una negociación sin testigos, sin exigencias paralelas. En una palabra: quizá haya que dar a Cataluña un trato autonómico (y económico, claro) de favor, como se hizo en tiempos con el País Vasco. Y eso, por supuesto, va a irritar a otros presidentes autonómicos, entre ellos algunos que son 'pesos pesados' en el PP y que no pueden, como Núñez Feijoo, o como Monago, o como Fabra, o como la propia María Dolores de Cospedal, presentarse ante su electorado sin, al menos, haber ensayado alguna protesta dura contra cualquier trato de favor a Cataluña.
Ahora, a su regreso de Doñana, Rajoy tendrá que demostrar que puede ser el estadista que necesitamos y que él aún no ha demostrado encarnar. ¿Cómo realizar el complicado encaje de bolillos que supone 'pacificar' a Mas, ahora que hasta el mismo president se ha dado cuenta de su desesperada situación y es factible negociar con él, y, al tiempo, convencer a los otros líderes de las autonomías, que hasta ayer se creían virreyes, de que no queda otro remedio que actuar para mantener la integridad de la nación?. Ahí es nada.
Y, sin embargo, al Rajoy inmovilista, que ni cita el nombre de Bárcenas, que se niega a introducir cambios en su Gobierno, lleno de ministros 'quemados', que no acaba de concluir un pacto ni siquiera con el Rubalcaba más entregado, ahora no le queda más remedio que tomar alguna iniciativa. Con este Artur Mas atado -me parece que ya a su pesar-- a sus locos compromisos secesionistas y bajo la promesa a su electorado de celebrar, como sea, la célebre consulta, simplemente no se puede no hacer nada y dejar que, como en los otros temas, se pudra la situación.
Aquí, y ahora, es imprescindible desplegar ideas, llegar hasta la reforma constitucional si preciso fuere, ensayar el pacto territorial con los socialistas, utilizar, en caso de considerarse necesario, a la máxima institución, la Corona, en defensa de la unidad de España (y mire usted bien que digo la Corona, y no solamente al Rey; el Príncipe tiene una labor fundamental que hacer en estos momentos de turbulencia).
Creo que Rajoy tiene ahora una oportunidad. No puede, como en el caso de Europa, simplemente esperar a que el rescate no sea necesario, porque las fuerzas del mercado (o sea, la sociedad civil) han desactivado la espoleta. Ni es posible, como cuando, ahora, parece que ha recibido una nueva tentación negociadora por parte de ETA, hacer oídos sordos a los cantos de sirena o a las amenazas; al fin y al cabo, la banda del terror es ya un cadáver de hecho.
Lógicamente, desconozco lo que han hablado Rajoy y Mas: a muy pocos se lo han transmitido, aunque nos iremos, paulatinamente, enterando. Pero es obvio que no pudo ser una conversación de trámite, que algo han acordado, porque sus lenguas se mantienen quietas y no hay, al menos todavía, denuncias de incumplimientos, ni desplantes toreros -perdón, señor Mas--, ni filtraciones interesadas, ni maledicencias surgidas de un lado y otro. Yo, españolito de a pie, solamente espero, a estas alturas, también ser consultado, cuando toque, sobre lo que se vaya a hacer: existen mecanismos, al fin y al cabo, de participación ciudadana, de representatividad, aunque aún ni siquiera se ha convocado una nueva conferencia de presidentes autonómicos para abordar, desde el debate y la franqueza, las cuestiones pendientes, tan fundamentales.
Es preciso, en todo caso, hacer algo, y que lo que se haya de hacer se haga rápido, porque las costuras del país no van a aguantar mucho más sin reventar, a este paso. ¿Regresa Rajoy de las vacaciones con las pilas cargadas?