La que más tiene que perder es Yolanda Díaz, que podría dejar de ser vicepresidenta y hasta tener que enfrentarse a una rebelión interna en Sumar por la heterogeneidad de los 15 grupos que forman ese partido recién nacido. Su único problema se llama Pablo Iglesias, que es el protagonista que está entre bastidores aconsejando al trío de mujeres que dejó al frente de Podemos: Ione Belarra, Irene Montero y Lilith Verstrynge. Sólo una de ellos permanecerá en el futuro Gobierno, del que los representantes de Izquierda Unida están dispuestos a cambiar el nombre de Alberto Garzón por otro que, incluso, permita incorporar un nombre catalán a la cuota nacionalista que debe cubrir la dirigente que llegó de Galicia.
Los seis grupos políticos a los que el equipo negociador de Pedro Sánchez tienen que convencer de lo exagerado de sus demandas, mientras les ofrecen una parte del “pastel” que conlleva estar en la alta gobernanza del Estado, van a representar durante dos semanas que sus votos (desde 31 a uno) en el Congreso tienen un precio. No actúan de cara al conjunto de los españoles, se dirigen tan sólo a sus votantes, a aquellos que les han llevado a los escaños que tiene en el Hemiciclo. Más exigentes, por la inmediatez de sus propias elecciones autonómicas en el mes de junio, vascos y gallegos, sobre todos ellos los dos partidos que más se juegan como son el PNV y Bildu, peleando por el liderazgo en Euskadi tras los resultados de las generales del 23 de julio.
Si hay menos Ministerios y menos ministros, ni desde el PSOE van a pedir el mismo número de Carteras, ni lo harán tampoco desde Sumar. El remedio a ese bajón puede estar en las listas europeas, para empezar, y en los organismos que dependen del Gobierno y que permiten jugosas recompensas económicas, un detalle que a ninguno de los negociadores se les olvida. Sánchez, que al final es quien reparte las cartas en esta última partida de cartas, parte con ventaja. Si se tuviera que ir a nuevas elecciones se daría un nuevo paso hacia el bipartidismo perdido al acentuarse las llamadas al voto útil por parte de las dos grandes e históricas formaciones de la actual democracia.