En ese “totum revolutum” que han presentado en sociedad para regocijo de Núñez Feijóo y Santiago Abascal, con la ambición de presentarse laa elecciones europeas, pero con los comicios gallegos a la vuelta de la esquina, conviven desde comunistas de primera hora que se fueron de Izquierda Unida, con socialdemócratas desaparecidos de la antigua Unión Progreso y Democracia de la ex PSOE, Rosa Díez, con perdedores de varias batallas dentro de Ciudadanos como Francisco Igea, el hombre que acarició el poder autonómico en Castilla y León.
Pueden pensar con razón que, si un grupo de universitarios convencidos en profesores en la Facultad de Políticas, fueron capaces de crear Podemos y llevar a esa formación a tener setenta escaños en el Congreso, y que con menos recorrido académico lo mismo hicieron Albert Rivera e Inés Arrimadas bajo el cobijo ideológico del liberalismo más clásico, hasta llegar a la nada, ellos pueden convencer a unos cuantos millones de españoles de las bondades de su proyecto y destronar de su posición actual de privilegio y de poder tanto al PSOE de Pedro Sánchez como al Sumar de Yolanda Díaz y, de paso, dejar más estrecho el desfiladero que quieren recorrer Pablo Iglesias y los suyos para resucitar a Podemos.
Los sueños, sueños són, en la creación literaria, pero ahora que se va a cumplir el centenario de la muerte de Vladimir Ilich Ulyanov, más conocido como Lenin, auténtico padre de la Revolución rusa, convendría a estos nuevos jacobinos de salón, tan alejados de la realidad social del país y de las posibilidades políticas que ofrece, pensar que a la muerte del enfermo Lenin le sucedió al frente de Rusia uno de los mayores tiranos de la historia, Josep Stalin, quien amparado bajo la bandera roja de la hoz y el martillo y una naciente Guerra Fría, tras vencer al nazismo alemán, instauró un régimen tan poco democrático y tan alejado de los ideales jacobinos de la Francia revolucionaria que acabaría derrumbándose junto al Muro de Berlín.
Querer que el primer Robespierre, el que encabezó un nuevo tiempo en toda Europa - antes de que Napoleón se convirtiera en Emperador - renazca en España de la mano de varios derrotados políticos es una ilusión óptica con un enfoque desdibujado. Se les puede hasta aceptar su “buena voluntad” reivindicativa de una nueva/vieja izquierda, pero como diría el torero Rafael Guerra, “Guerrita”, antes de morir en el ruedo el 21 de febrero de 1941: “ lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”.