NACIONAL

Feijóo se pone la máscara de Rueda y hace un test sobre loa amnistía

Raúl Heras | Domingo 07 de enero de 2024
Si Alfonso Rueda no consigue mantener el Gobierno de Galicia en manos del Partido Popular el próximo 18 de febrero con la mayoría absoluta que consiguió Alberto Núñez Feijóo durante cuatro Legislaturas, la derrota se le apuntará en el debe al actual presidente del PP. La distancia que separa Santiago de Compostela de Madrid es menor que la que separan las dos formas de gobernar que tienen Rueda e Isabel Díaz Ayuso o Juanma Moreno en Sevilla. El candidato popular gallego ha adelantado la electoral por dos razones bastante simple: el miedo a perder el poder o tener que pactar con Vox para mantenerlo.

La mejor baza para ganar las elecciones está en el otro lado de la red, como si de un partido de tenis se tratara: cuatro formaciones de izquierdas y otros tantos candidatos, desde el BNG a Podemos pasando por el PSG y por Sumar. Los nacionalistas gallegos son ya el eje de la oposición al Partido Popular y los únicos que le pueden disputar a Rueda el primer puesto en las urnas.
Setenta y cinco escaños en juego de los que en 2019 la derecha consiguió 42 mientras que la izquierda se quedaba en tan sólo treinta y tres, con 19 para el Bloque y 14 para los socialistas. Ni Podemos con Anova, ni Vox consiguieron escaños. Ese es el reto que tiene, en ese lado del campo electoral, Yolanda Díaz, triunfar en su tierra. Y eso explica el ofrecimiento de Pablo Iglesias, desde Podemos, de pacta con los nacionalistas.
Para cambiar la historia política gallega de los últimos quince años, el Bloque Nacionalista Gallego y el Partido Socialista Gallego tendrían que conseguir en conjunto cinco escaños más de los conseguidos hace cuatro años. Parece difícil de alcanzar esa meta, pero es posible. Alfonso Rueda insiste en este auténtico arranque de la campaña electoral que quiere gobernar en solitario, sin pactos con nadie, y que su adversario no son los dirigentes autonómicos de la izquierda, que su único adversario es Pedro Sánchez, que no se presenta a las elecciones. Tampoco lo hace Feijóo, pero si su delfín no alcanza los mismos resultados que los conseguidos por él, su credibilidad como aspirante al Gobierno de España bajará muchos enteros.
No podía faltar el tema de la amnistía para los dirigentes catalanes y no ha faltado en este inicio de las hostilidades. Otro test para el propio Feijóo. Si funciona y el PP se mantiene al frente de la Xunta, la estrategia contra Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición se mantendrá. Si pierde se desmoronará todo el andamiaje montado en torno a ese aspecto sobre el que gira la vida política nacional, y que aleja los necesarios debates que deberían afrontar los partidos desde el paro a la sanidad, desde la educación a las pensiones.
El actual presidente de la Xunta, le gusta poco o nada, hasta que se recuenten los votos el 18 de febrero, es como la máscara que se hubiera puesto Feijóo para volver a competir en su tierra. Rueda s merece tener vida propia y proyecto propio desde la derecha conservadora, al igual que lo tienen, gracias a sus mayorías absolutas, Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno.
Los dos últimos se lo han ganado en las urnas y tienen una gran capacidad de independencia - no de enfrentamiento - con el núcleo de confianza del presidente del PP, en el que hay que incluir desde el papel en la sombra que le acompaña en los últimos quince años a ese astuto, hábil, conocedor de secretos buenos y malos, simpático y malvado al mismo tiempo, que es Javier Arenas, el que fuer vicepresidente del Gobierno central y máximo representante de la ductilidad que siempre ha caracterizado a la derecha católica que habita en el seno del partido en fundara Manuel Fraga y refundara José María Aznar.
Las elecciones gallegas van a ser el mejor de los termómetros de la situación de las distintas formaciones políticas. Los socialistas gallegos se conformarían con adelantar a los nacionalistas y convertirse en segunda fuerza en Galicia; los seguidores de Yolanda Díaz sonreirían satisfechos si consiguen entrar en el Parlamento bajo el para guar de Sumar, sobre todo después de que, otra vez, los representantes de la antigua y cada vez más exigua Izquierda Unida se haya conformado con las migajas que la vicepresidenta segunda del Gobierno les pueda ofrecer a nivel nacional; por su parte, tanto Pablo Iglesias como sus dos lugartenientes, Ione Belarra e Irene Montero se contentarían con impedir que su hoy enemiga y ayer compañera se estrellara en su tierra.
Las cinco fuerza con representación en el Congreso que se presentan al examen del 18 de febrero sólo tienen en común una de las fuerzas más importantes que operan en el see humano a la hora de afrontar su futuro: el miedo. En Galicia, según se vaya acercando el día de acudir a las urnas ese miedo se hará más palpable y les llevará a todos a endurecer sus discursos y aumentar sus ofertas a los ciudadanos. Tan sólo tenemos que esperar 41 días para ver el final del espectáculo.

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