Euskadi y Cataluña tienen sus propias derechas nacionalistas, cada vez más alejadas de suscribir pactos de Legislatura con los populares. El independentismo se ha convertido en una línea roja que opera en los dos sentidos y, como veremos veremos en abril y mayo, cierra las aspiraciones de Núñez Feijóo para sentarse en el palacio de La Moncloa.
Siempre ha sido un lastre la escasa implantación de la derecha estatal en esas dos Comunidades Autónomas de ahí la necesidad de los pactos, algo que también le ha ocurrido al PSOE desde Felipe González a Pedro Sánchez pero con la ventaja para esa izquierda de abrir vías ( cesiones ) al nacionalismo que el PP no se atreve a hacer.
Sin relevancia en el País Vasco y en Cataluña como se va a demostrar en los dos próximos meses, alcanzar la meta que se ha propuesto Feijóo será prácticamente imposible. La España de hoy ya no es la de hace doce años y mucho menos la del dos mil, las fechas en las que el PP consiguió sus mayorías absolutas; y ni el nacionalismo de CiU o del PNV es el que ahora representan Junts, ERC y el mismo PNV. Las relaciones de fuerzas han cambiado y mucho.
En Euskadi hace cuatro años el PP con Ciudadanos tan sólo consiguió seis escaños de los 75 que conforman su Parlamento, más uno de Vox. Frente a esa derecha conservadora el PNV logró 31, Bildu 21 y el PSOE diez. El dominio nacionalista es abrumador, más de dos tercios, suban o bajen las siglas de los partidos, con evidente tendencia a radicalizar las posturas y más tras los acuerdos de concurrir juntos, en una misma lista a las elecciones europeas, tanto Bildu como ERC y el Bloque Nacionalista Gallego. Una transversalidad geográfica que se va a mantener de cara a los futuros comicios y la estrategia de pactos que se de en el Congreso de los Diputados.
En Cataluña ocurre algo parecido para desgracia del PP y de Núñez Feijóo. La victoria en votos en 2021 fue para el PSOE con Salvador Illa pero con los mismos escaños que la ERC de Oriol Junqueras, 33 asientos para Ada uno de ellos en el Parlament de 135 representantes, con uno menos para Junts, once para Vox, nueve para la CUP y ocho para los Comunes.
Los seis de Ciudadanos pueden desaparecer, sin que se sepa muy bien dónde acabarán. El Partido Popular se quedó en tres y tras las peleas internas para nombrar un candidato ( que ha demostrado la debilidad del propio presidente del partido ) es muy difícil que pueda pasar de cinco. En el total de la Cámara catalana los nacionalistas vuelven a superar los dos tercios. La España política , nos guste mucho, poco o nada ha cambiado y puede que para siempre. Volver atrás es prácticamente imposible.
De nada o apenas nada le servirá a Feijóo que su partido gane ( como parece) los comicios europeos. Tendrá más fuerza en la tambaleante Europa dentro del conglomerado de las formaciones de la derecha continental, pero su repercusión en España será mínima. Es más, intentar ejercer la oposición desde Estrasburgo y desde Bruselas contra el Gobierno de Pedro Sánchez puede convertirse en un boomerang para las futuras citas con las urnas en nuestro país.
Sin contar con la inestabilidad que el resto de los países que integran la UE, que tienen sus propias elecciones dentro del periodo de la actual Legislatura española, con sus cambios de apoyos en las crisis que desató primero la Pandemia y más tarde las guerras de Ucrania y Gaza. La lejana Rusia de Vladimir Putin está mucho más cerca y la alargada sombra del Kremlin se mantendrá sobre nuestro país por mucho tiempo; de la misma forma que lo hará la del Marruecos de Mohamed VI, otro agujero negro que tiene la política exterior que maneja el PP de cara a un posible Gobierno.