ES DEMASIADO
Para quién sigue esta crónica semanal, no puede ser novedad. En estos tiempos de normalización postpandemia, tenemos que atender a los datos intertrimestrales en lugar de los interanuales, y los de inflación del primer trimestre en EE.UU. consolidan la tendencia alcista que se adivinaba. Los mercados han querido creer que no sería para tanto, y han aguantado bien el tránsito desde cuando a comienzos de año se descontaban hasta seis recortes en 2024 para ajustarse después hasta tres e incluso dos. Finalmente se rinden a la evidencia y tras el ligero alivio que les dio saber que la Reserva Federal señalaba tres recortes en 2024 en su reunión de marzo, entidades como Deutsche Bank y BofA se han apresurado a bajarse de ese caballo y cabalgar el de un solo recorte en lugar de tres y aplazarlo…a ¡diciembre! Pasar de seis a uno, en tres meses, ya es demasiado.
Esto no sería concebible por el solo dato de inflación de marzo y su acumulado del trimestre. El viernes anterior nos despacharon un informe de empleo comparativamente más sorprendente que el de inflación que vino después, y es que las evidencias apuntan a que la economía norteamericana no solo no se ralentiza, sino que se reacelera. No es que los mercados abandonen la idea de sincronía en la rebaja de tipos, es que no la hay en prácticamente nada.
YA NO SERÁ POR EL EURO
Pero no especulemos. La evidencia la confirmaba al día siguiente el Banco Central Europeo, cuando en palabras de su presidenta afirmó que “las dos inflaciones no son lo mismo”. Ni la naturaleza de la inflación, ni las respuestas de política fiscal, ni el contexto de inversión, ni el de consumo; podríamos añadir. Comenzábamos esta crónica el 4 de diciembre preguntándonos: “¿Por qué siendo tan diferentes las condiciones de crecimiento, de origen y evolución de la inflación, incluso de orientación fiscal, aparenta el BCE replicar en política monetaria a la Reserva Federal?” “¿No será por el euro?” titulábamos. Ya no. Desde el jueves, en una reunión en la que aparentemente había poco espacio a la sorpresa, saltó, y ahora se reconoce esa diferencia y, de forma ya más velada, se acepta que las condiciones en Europa pueden soportar el impacto inflacionario de un euro más débil y de unas materias primas cuyo precio repunta, incluso de forma explosiva, y que además se pagan en dólares.
La única razón que podemos proponer es que, ante una demanda europea tan moderada, junto a la deflación que exporta China, uno de nuestros principales proveedores, poco hay que temer de un repunte de precios. En todo caso, los márgenes empresariales aguantan la subida, y los salarios ya crecen de forma más moderada. De esto quieren tener confirmación cuando recorten en junio. Por eso esperan. Pero los mercados no.
El euro se debilita. No tendría que ser mucho, ni durante mucho tiempo. Quizá algo entre 1.03 y 1.05 puede ser suficiente para que se restablezca cierto equilibrio antes de abordar el proceso electoral en EE.UU. Recordemos que ninguno de los dos candidatos tiene vocación alguna de embridar el déficit fiscal. Imagine si, como algunas teorías apuntan, el candidato demócrata no es finalmente el actual presidente. No se sorprenda, algo así, ya ocurrió en 1968.