Un vasco de primera generación de 48 años, Imanol Pradales, crecido políticamente a la sombra de José Luís Bilbao, se juega la lendakariza contra Pello Otxandiano, un vasco con ocho apellidos de la tierra y el artífice del cambio programático que ha dirigido Arnaldo Otegui. Uno de los dos necesitará a Eneko Andueza - convertido en la persona de confianza de Iñaki Arriola - para lograr la mayoría necesaria en el Parlamento y, de paso, evitarle a Pedro Sánchez la decisión de optar entre los radical y lo convencional.
Los tres serán los protagonistas del domingo, el resto de los candidatos serán los figurantes de la obra teatral que tiene como escenario las urnas. Javier de Andrés, la apuesta de Núñez Feijóo para “mantener el tipo del PP en Euskadi, llega desde el mundo de la comunicación desde su provincia natal, Alava, donde se curtió bajo las influencias de Ramón Rabanera hace diez años. Si máxima aspiración es la de mantener los escaños que ha tenido su partido, recurriendo al “robo” que los populares necesitan hacer de los votantes de Vox en esa misma provincia y aprovechando que cada asiento en el Parlamento tiene allí menos necesidad de los votos.
Si Amaia Martínez es la candidata de Santiago Abascal, también es la que más se parece al candidato del PP. Más radical en todo lo referente a la emigración ilegal y a la imposición del euskera en los colegios. Periodista de profesión podría ser una copia de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y eso explica que también represente la cara visible de su partido desde la capital alavesa. Cuestión de matemáticas y con el efecto de la Ley D`Hont como corrector a favor de la concentración de votos en los territorios más pequeños. Sus rivales no son ni el PNV, ni Bildu, ni el PSOE, su adversario real es Javier de Andrés. La acumulación de mítines de los “jefes” de ambos en esa provincia confirma que la lucha por sobrevivir con una representación en el Parlamento es el gran objetivo.
Esa misma batalla es la que protagonizan las dos caras de la antigua moneda de la izquierda que utilizó Pablo Iglesias en toda España bajo el nombre de Podemos y más tarde de Unidas Podemos. Aquello ya es historia y no hay peor guerra que la que enfrenta a las familias, a los hermanos ideológicos. Las ofertas electorales de Alba García, desde Sumar, y las de Miren Gorrotxategui por Podemos, son casi idénticas. Les separan las venganzas personales entre Yolanda Díaz y sus ex compañeras de gobierno en el Ejecutivo de Pedro Sánchez hasta el 23 de julio del pasado año, Ione Belarra e Irene Montero. Imposible la unión en una única candidatura, las dos pueden quedarse sin escaño, tanto por la distribución de sus votos como por la presión que van a ejercer Bildu y el PSOE ofreciéndose a capitalizar el “voto útil”.
En ese espacio político en el que confluyen todos los que en un pasado más o menos cercano se declararon marxistas la supervivencia personal es uno de los primeros elementos a tener en cuenta. Si gana Alba a Miren, la actual vicepresidenta segunda se dará por satisfecha y hast aliviada de la presión que ya ejercen sobre ella las distintas organizaciones y partidos que confluyen bajo la marca de Sumar; si gana Miren, la satisfacción de Pablo Iglesias - al margen de la obtención o no de un acta de diputada autonómica - será aún mayor y la convertirá, quizás, en la piedra definitiva bajo la que enterrar políticamente a la mujer a la que dejó en herencia su puesto al lado de Pedro Sánchez y que es deudora de todo el resto de su carrera en la “Primera División“ de la competición partidista a nivel del Estado.