EL COSTE ES BAJO
A la par, las mejoras sobre el control de precios se están estancando, si bien lo hacen tras un proceso de mejora sorprendentemente rápido en 2023, de modo que “esperar y ver” gana consistencia. La economía tolera tipos altos mejor de lo que era previsible, y más que tensiones de precios, lo que tenemos es una desinflación más lenta, causada en parte por algunos factores excepcionales que no se contemplan en índices de precios de otros países, como es el caso del componente de alquileres en el IPC, u otros precios como los de servicios funerarios, o de seguros de automóviles, que poco tienen que ver con el ciclo económico.
No hay por tanto señales en los precios que alerten del riesgo de un nuevo ciclo inflacionista vinculado a la demanda. Es, como poco, prematuro, avanzar que las retrasadas expectativas de recorte de tipos pueden acabar por diluirse o incluso mutar en un alza. Simplemente es que el coste para la Reserva Federal de esperar unos meses más a recortar tipos parece bajo.
NO HAY BENEFICIARIOS
El problema que deriva de esta cómoda situación de espera para los norteamericanos crea, sin embargo, quebraderos de cabeza a otros bancos centrales. La actividad de sus economías es mucho más modesta, y adelantarse a la Reserva Federal en el recorte de tipos entraña el riesgo de debilitar a sus propias divisas, en un momento en el que las materias primas suben con fuerza y hay una latente amenaza sobre el precio del petróleo.
La independencia de estos bancos centrales para ajustarse a sus propias condiciones revierte en una amenaza de depreciación sobre sus divisas. Eso es algo que se evidencia sobre todo en aquellas que ofrecen un rendimiento más bajo, de ahí la debilidad de la mayor parte de divisas asiáticas, pero que también empieza a dejarse sentir en otras de rendimiento mayor como el real brasileño o el peso mexicano. Puede ser un error considerar que en el caso de estos dos últimos estamos ante el inicio de una tendencia. Hay factores idiosincráticos que pueden explicar que sean más sensibles a la situación que deriva del ajuste de los mercados a la situación de los norteamericanos.
Parece por lo tanto demasiado pronto para advertir que nos encontremos a las puertas de un gran ajuste en los mercados de divisas. El riesgo, sin duda, es mayor, y obliga a actuar en consecuencia, pero la historia demuestra que no hay beneficiarios de una crisis de divisas. Hay margen para que los bancos centrales prioricen sus condiciones internas sin que algo se rompa, y en todo caso, las condiciones de crecimiento están mejorando y siempre cabe que la Reserva Federal, ante una situación difícil, se adelante y rebaje.