NACIONAL

Lambán, González, Page y el asesinato de Cesar como ejemplo para Sánchez

Raúl Heras | Jueves 23 de mayo de 2024
Unas memorias cargadas de emoción y una ausencia del Senado al que pertenece tras haber perdido el poder en Aragón ha servido para que Javier Lambán haya reunido en Madrid al núcleo del socialismo que quiere, desea y busca que Pedro Sánchez deje la presidencia del Gobierno y la Secretaria General del PSOE. El actual lider socialista ya cruzó su Rubicón particular cuando regreso al primer puesto tras su abandono y su particular victoria en la Galia de las Federaciones socialistas en cada una de las provincias españolas. Tanto Felipe González como Alfonso Guerra y Emiliano García Page creen que el inquilino de La Moncloa puede destruir la “República interior del PSOE” y conducir a España hacia el desastre. Sus razones y sus comportamientos cada vez se parecen más a los que ocurrieron hace 23 siglos.

Le mataron los enemigos a los que había perdonado tras vencer a Pompeyo y los amigos a los que había cubierto de favores. Murió por 35 puñaladas, la más mortal en el pecho, durante la última sesión del Senado a la que acudió antes de marcharse a combatir a los partos. Sucedió un 15 de marzo de hace 2068 años. Se había levantado con fiebre y su esposa, Calpurnia, tuvo la noche anterior un sueño en el que vía al hombre más admirado por el pueblo cubierto de sangre. Se llamaba Julio Cesar y su asesinato cambió el rumbo de la historia del Imperio romano.
Rn la conspiración participaron entre sesenta y ochenta dirigentes políticos. La mayoría huyó ante el miedo a las consecuencias y sus nombres aparecen en topadas las historias escritas y firmadas por Suetonio, Plutarco y Nicolás de Damasco. Se pueden leer los de los más destacados: Julio Bruto Albino, Cayo Casio, Décimo Junio, Tilio Cimbra, Sirvilo Casca y el gran instigador, el estratega que permaneció más tiempo en las sombras, el auténtico artífice del de uno de los mayores crímenes de la historia por su repercusión hasta nuestros días: Cayó Casio Longino. El no podía aparecer al frente y eligió y convenció a Bruto de la necesidad de la muerte de Cesar para salvar a la República de las tentaciones monárquicas y totalitarias que le atribuían al mlitar que habón extendido el poder de Roma.
Si se leen con detenimiento algunas de las numerosas biografías de Julio Cedar y del estado de la República en el año 44 antes de Cristo, destacan unas características que se han repetido muchas veces y que hoy las podemos encontrar en el uso del poder en la España monárquica y democrática, desde los “favores” a la sociedad civil a las prebendas a los poderes más fácticos, que en aquel tiempo eran los ejércitos. Todo ello sujeto a la voluntad de Cesar, que no consultaba sus decisiones con los que eran sus “ministros”, ni las llevaba al Senado para su debate y aprobación.
Cesar un líder republicano, que defendió siempre la República pero que paso a paso, tras pasar el Rubicón y entrar en Roma con sus Legiones, se comportó cada vez más como un autócrata. Sus enemigos crecieron bajo su sombra y fueron los más cercanos, los que más le debían y los que más ambicionan repartirse su poder los que le clavaron sus cuchillos, justo cuando se encontraba bajo la sombra de la estatua de Pompeyo, otra ironía del poder: muerto ante la mirada de piedra del vencido.
El presidente del Gobierno no es Julio Cesar, ni siquiera lo consiguió Napoleón Bonaparte, ni lo han conseguido los distintos y variados dirigentes políticos de los últimos dos siglos. Es imposible. La historia no se repite con exactitud pero si establece paralelismos en los usos que hacen los que logran tener el poder en sus manos. Leer y aprender de lo que hicieron y de lo que ocurrió cuando concitaron una unión de enemigos y amigos contrarios a sus decisiones y comportamientos que se sentaron en el siempre les dará la posibilidad de no acudir al Senado y evitar los puñales.

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