No dejó nada al azar. Defendió a Salvador Illa y menospreció a Puigdemont y Junqueras. Recordó sus ambiciones de ganar por mayoría absoluta en las elecciones y alejarse del poder si se perdía y antes de tener que pactar y “mendigar” apoyos extraños. González se apuntó todos los méritos, nacionales e internacionales, y ya es el mayor defensor de Núñez Feijóo y el PP de cara al inmediato futuro. El ex presidente es uno de los conspiradores, en soledad o en comunicólogo de objetivo con otros, que desean, organizan, buscan e insisten en que Pedro Sánchez no termine la Legislatura el frente del Gobierno. Le da igual que se repitan elecciones o que se ponga en marcha un golpe palaciego dentro del PSOE para cambiar de lider.
Disfrutó del espectáculo que había montado Pablo Motos en Antena 3 con él como única estrella. Era un partido de futbol sin portero, un partido de tenis sin contrario en la pista, un combate de boxeo en el que el oponente sube la ring sin guantes, con una mano atada a la espalda y con un manager que le va diciendo todo lo que no debería hacer, tanto a nivel nacional como internacional. González se apuntó el primer intento de paz entre árabes e israelitas con la Conferencia de Madrid, organizada en apenas diez días. Háblalo de Gorbachov, de Bush padre, de Arafat y de Isaac Rabin. Una lección de relaciones personales y conocimiento de la política internacional y de lo que se puede y no se puede hacer. De paso para darle un bofetón a la vicepresidente segunda y líder de Sumar.
Un gran espectáculo de onanismo político, con muchas verdades y muchos reproches en el que lo único que salvó González fue su gestión durante casi catorce años al frente del Gobierno, incluída su pérdida en las elecciones del 1996, que casi ganó -me faltó una semana de campaña, dijo entre sonrisa va y sonrisa viene ante José María Aznar. A Feijóo y la actual PP no le mencionó. Apenas una reflexión final: que permitiera, junto al PSOE, la renovación del Poder Judicial a través del CGPJ, eligiendo a los magistrados, poniendo un plazo para el acuerdo entre los dos grandes partidos o sometiendo a solteo una lista de cincuenta nombres de destacados juristas.
Para que nada faltara le recordó a la actual clase política y sobre todo al presidente del Gobierno que la familia debe quedar fuera del debate, que no se pued estar cinco días de “recogimiento” para luego ir al Rey y decirle que sigue al frente en lugar de marcharse. Para demostrar que sabe de historia de España trajo al escenario, para despedirse, una frase de otro presidente de Gobierno durante el Reinado de Alfonso XIII, Antonio Maura, que estuvo como primer ministro cinco veces en apenas cinco años, un ir y venir en la confianza del Rey, navegando entre liberales y conservadores, entre Ssagasta y Cánovas, entre espadones como Primo de Rivera y deseos militares de la Reina María Cristina: “una cosa es gobernar y otra estar en el Gobierno”. Los aplausos de las hormigas le hicieron feliz.