Pedro Sánchez, al igual que le ocurre al presidente ucraniano y al resto de dirigentes políticos de todo el mundo, sabe que esa última parte del acuerdo será imposible de cumplir, dure lo que dure el conflictivo bélico y sigan muriendo más y más ciudadanos en las calles de Jarkov o de Kiev. Rusia, más allá de la presidencia y los planes de Putin, no puede perder la guerra ya que eso significaría su autodestrucción, su desplome como potencia mundial y puede que hasta su ruptura interna como país.
La Europa que acude el domingo 9 de junio a las urnas para elegir a sus diputados no es la Europa de sus pueblos, es la Europa de los ejecutivos, de los dirigentes convertidos en burócratas en cuanto sus nombres salen elegidos en las papeletas que les llevan al poder.
La acción de Sánchez con Ucrania al recibir a Zelensky y darle el máximo rango que se puede dar a un lider extranjero, con el Rey Felipe esperándole al pie de la escalerilla del avión, es inseparable de la aprobación y reconocimiento del Estado palestino y las fronteras que se fijaron entre árabes y judíos hace más de cincuenta años.
En medio del horror y de los “trágicos errores” que acompañan al Gobierno de Natanyahu cuando intenta explicar la última matanza de civiles en el suelo de Gaza, nuestro presidente y su ministro de Exteriores también saben que Israel no puede perder ninguna guerra con los países árabes que le rodean. Les ha vencido en todas las ocasiones en las que se han enfrentado desde 1948, por encima de todas y cada una de las Resoluciones y mandatos de Naciones Unidas, más allá de las acusaciones que se hagan desde la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional. Perder para Israel es desaparecer y eso no va a pasar, ni van a dejar que pase tanto desde Washington como desde Londres e incluso desde Moscú y Pekín, por mucho que parezca un contrasentido.
Es uno de los grandes déficits que tiene el equipo dirigente del Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza. No entiende la política internacional, no sabe lo que significa la globalización, está obsesionado con la política domestica, con la amnistía para los presos y huidos catalanes, con los ataques contra la mujer del presidente, con los deseos de llegar al poder lo más pronto posible, confundiendo a sus votantes e incluso a aquellos que, sin serlo, estarían dispuestos a darles un voto de confianza.
Sus ataques de nervios, los mismos que describe el director manchego en su película, les impiden tanto a Cuca Gamarra com a Miguel Tellado analizar los comportamientos de su rival y hasta se creen que las críticas y ataques que recibe Sánchez (y de paso su antecesor socialista en la presidencia Rodríguez Zapatero) por parte de la vieja guardia del PSOE va a propiciar un “golpe de mano” interno que envíe al actual Secretario General lejos del poder. Harían mucho mejor si en lugar de auscultar la opinión popular a través de las encuestas imitaran al presidente del BBVA en su batalla por quedarse con el Banco Sabadell y acudir al despacho de José Blanco. Es más eficaz, más seguro y ofrece mejores resultados.