El huido expresidente de la Generalitat les debe su primera victoria tras las elecciones europeas y catalanas a los o presidentes del Partido Popular y de Vox. Josep Rull ya es el presidente del Parlament gracias a la abstención de los quince diputados que encabeza Alejandro Fernández y a los once que dirige Ignacio Garriga. Desde Madrid, sus jefes han puesto por delante de sus reiteradas declaraciones contra el independentismo el deseo de acabar políticamente con Pedro Sánchez. A toda costa y cueste lo que cueste.
Los 59 votos a favor que tuvo este lunes el representante de Junts son los 35 de su partido, los 20 de ERC y los cuatro de la Cup. Enfrente tenía a 74 parlamentarios que presumían de su españolidad frente a los deseos independentistas: los 42 del PSC de Salvador Illa, los quince del PP, los once de Vox y los seis de los Comunes de Jessica Albiach. Los tres últimos decidieron dejar en soledad a los socialistas y eligieron la abstención. Resultado: el denostado, atacado, inculpado y no juzgado Carles Puigdemont se alzaba desde su tranquila residencia en la “Cataluña Norte”, en la Francia conmovida por el aplastante triunfo del partido de Marine Le Pen, con un cómodo y tal vez esperado triunfo. Con premio añadido.
Los representantes del PP y de Vox tan sólo tenían que haber votado no a Josep Rull. Hubiera sido lo más lógico. En lugar de eso escogieron entregarle la Mesa del Parlament a los independentistas: la presidencia, la vicepresidencia primera y dos secretarías. Los socialistas, en solitario, se quedaron con los otros sillones que restaban. El “dulce triunfo” del mes de mayo se convertía en la primera de las amarguras que puede sentir el ex ministro de Sanidad. La derecha más españolista ofreció la cabeza del ganador de las elecciones catalanas a sus “enemigos”, la envolvió en el papel de la abstención y se la mandó al inquilino de La Moncloa. Salvador Illa convertido en una caricatura de Juan el Bautista.
Se impusieron los deseos de Carles Puigdemont mientras que a Oriol Junqueras y a Laia Estrada les temblaban las piernas para no parecer españoles. El ex presidente catalán, tras siete años de autoexilio en Bélgica y en el Parlamento Europeo, ha recibido además el prometido regalo al que se comprometió Pedro Sánchez para sacar adelante su propia investidura el pasado mes de Noviembre.
Ya está oficialmente amnistiado junto al resto de los protagonistas del Procés. Queda la intervención de los jueces y los recursos como medida de contención para impedir su triunfal regreso. Rull ha ido desde la cárcel a la presidencia del Parlament. Si desde el PP y Vox, tanto Feijóo como Abascal mantienen su estrategia contra Pedro Sánchez como una forma de obligar al lider del PSOE a convocar elecciones anticipadas, el periodista, ex alcalde de Girona y ex presidente de la Generalitat volverá a vivir en la Casa de los Canónigos.
Es en este caldo de cultivo en el que surgen los Alvise Pérez de turno con sus mensajes apocalípticos y sus deseos de encarcelar a media clase política. Los ciudadanos comprueban cómo los dirigentes de los partidos ponen una y otras sus intereses personales y sus odios políticos por delante del llamado bien común. Sin muchos los ejemplos pero este último que acabamos de ver en Cataluña es un ejemplo perfecto. “Matar” a Sánchez es más importante que defender a España a través de las instituciones autonómicas que la representan, o que debían representarla.
El primer debate de investidura del futuro presidente de la Generalitat tiene que celebrarse, sí o sí, dentro de las próximas dos semanas. Josep Rull puede proponer que el primero de los candidatos sea Puigdemont o que lo sea Salvador Illa. Dará lo mismo. El socialista creía contra con el apoyo de ERC y de los Comunes e incluso de la izquierdista Cup, pero todo esa suma de votos está en el aire. Si triunfan de forma sucesiva los noes de unos a otros Cataluña tendrá que volver a las urnas, en una sucesión interminable de elecciones que comenzaron en el mes de mayo de 2023 y que no se sabe cuándo pueden terminar.