El siglo XXI se basa en otros principios para organizar su futuro. Intentar defender posiciones colocando a Fernando de Aragón al mismo nivel que a Felipe VI, o a Hernán Cortés o Francisco Pizarro al mismo nivel que tienen hoy los “descubridores” Elon Musk o Bill Gates, suena a ridículo. Respetar a Cataluña es respetar a Murcia o a Extremadura. No hay razones que expliquen las diferencias legales, financieras y económicas entre Euskadi y Castilla La Mancha salvo las que aparecen en las avaricias de los poderosos.
Por todo ello observar como de nuevo las luchas internas del nacionalismo catalán, ya sean tan conservadores como los que representa la Junts de Puigdemont, o tan de la izquierda católica y sentimental que está dentro de la ERC de Junqueras, mueve a que desde los gobiernos de las otras regiones se planten y se nieguen a seguir premiando el evidente chantaje que llevan haciendo desde el que España regresó a la democracia y desde que Adolfo Suárez se convirtió en el presidente del Gobierno de la Monarquía.
Ninguno de los actuales dirigentes políticos en esta España de 2024 es tan ignorante como para no conocer los mecanismos de las desigualdades y la forma de combatirlas y hasta anularlas. Lo saben pero al igual que sus antecesores no quieren ponerlas en marcha. Siempre encuentran una excusa, un oportuno enfrentamiento con el rival electoral, un prolongado intento de sacar ventaja sobre el más débil. Así seguimos y vamos a seguir. Siempre con Cataluña en el centro de los conflictos, siempre bajo el chantaje político de sus dirigentes. Es tan histórico y comprobable como las respuestas que se han ido dando desde el centro de poder del Estado. Lo hicieron nuestros gobernantes ya en el siglo XVI, cuando apenas balbucía la España que estaban construyendo los llamados Reyes Católicos y lo siguen haciendo los de hoy.
Lástima que no se pongan de acuerdo para de una vez por todas se corte ese proceso de degradación de la convivencia, de esa presión que s eles permite a unos pocos miles sobre los 48 millones de habitantes de una España que, además, ya no es la que cantaban los poetas como Miguel Hernández para resaltar las diferencias enriquecedoras entre los españoles de las hoy 17 autonomías. Hoy ya somos una España con tantas diferencias de origen, lengua y cultura como las que existen en el mundo globalizado en el que vivimos. Ese que siempre dice que quiere la igualdad.