INTERNACIONAL

La apuesta de Macron que mantiene e toda Europa pendiente del futuro Primer ministro

Raúl Heras | Martes 25 de junio de 2024
En cinco días la apuesta de Emmanuel Macron para permanecer en el Eliseo hasta 2027 y tener un primer ministro con el que gobernar, al menos, por ese mismo periodo de tiempo, tendrá un resultado. Su partido será el que menos diputados tenga, dentro de los 577 que forman la Asamblea francesa, tantos como circunscripciones conforman la trama electoral legislativa de nuestros vecinos. Muchos de ellos conseguirán su escaño a la primera y oros tendrán que esperar al siete de julio. Lo seguro es que entre la unida izquierda y la suavizada derecha, el presidente de la República tendrá que elegir a su Primer ministro , y que esa elección repercutirá en toda Europa y, por supuesto en España.

Macron, desde que se separó del Partido Socialista frances para crear su propia organización y ganar las elecciones tras el periodo de ministro con François Hollande, ha querido elevarse a la altura de los otros presidentes/monarcas que han gobernado el país galo desde el fin de la II Guerra Mundial, desde el general De Gaulle al osado y condenado Nicolás Sarkozy. Todos ellos han mantenido una compleja relación con España, con más perjuicios que beneficios para nosotros y más ventajas para ellos. Lo pueden atestiguar tanto Felipe González como José María Aznar, los dos que mejor se llevaron con sus colegas Mitterrand y Sarkozy, que sirven de ancla a nuestros dos grandes partidos.
La Unión Europea con su crisis económica, financiera y política tiene en las elecciones francesas un desafío. Le ocurre lo mismo a la OTAN. Un cambio en la presidencia obligará a replantearse temas tan básicos como la energía, la inflación, el funcionamiento bancario, las ayudas a los parados, las relaciones sindicales, la emigración, la agricultura y la ganadería y, por supuesto, la guerra en Ucrania. Los jóvenes galos tienen la palabra.
La izquierda política francesa está condenada a votar a la derecha liberal como única forma de impedir que gobierne la derecha más conservadora. A esa izquierda que ha perdido el apoyo de los trabajadores no le gusta Emmanuel Macron pero se escuda en el estereotipo fascista que le atribuye a Marinne Le Pen para pedir que se vote al actual presidente.
Segunda vuelta electoral y más que previsible victoria de Macron, para tranquilidad de la mitad más poderosa y más envejecida de Francia y para enfado de la otra mitad, la que es la que mantiene la economía. Los mayores de sesenta años prefieren al inquilino del Elíseo, los jóvenes a Jean Luc Melenchón y la amplia franja de edad media se inclina por Le Pen. Eso dicen las encuestas y los resultados de la Primera vuelta. Significativo por lo que advierte sobre el futuro político en el país galo.
Las urnas dicen que Francia es de derechas. Lo seguro es que la izquierda representada por el Partido Socialista se ha hundido y va a tener que cambiar y mucho para volver a ser lo que fue hasta la presidencia de Hollande, si es que lo consigue. La otra izquierda, la “renovada” y que suma todas las decepciones del socialismo y del comunismo llega al 25 por ciento de los votantes, muy poco para convertirse en alternativa.
Este domingo,30 de junio y el posterior siete de julio , es previsible que aumente la abstención entre los franceses que votaron pese a los llamamientos de sus dirigentes para que apoyen a sus respectivos candidatos, más en la segunda vuelta dónde la concentración de los votos será toda una señal de los deseos de los ciudadanos.Lo que les ofrecen los candidatos es una especie de sodoku ideológico en el que sus cuadrantes numerarios son la representación global tanto de la derecha como de la izquierda. La permanencia del actual presidente no está en juego, lo que se resolverá en quince días dependerá del poder de convicción que tenga Melenchón entre sus votantes y sus socios, y del miedo que pueda causar todavía el joven Bardella, discípulo de Marine Le Pen entre los ciudadanos.
Los dos millones y medio de votos que consiguió el ultraderechista Zemmour irán a parar a su destinataria original y más veterana en la batalla de las urnas, lo que puede llevar a Le Pen a superar su record de once millones de papeletas. Lo mismo le pasará a su rival Melenchón con la fortaleza de la unida izquierda del Nuevo Frente Popular, un término que asusta y mucho en España. La abstención va a jugar un papel y la gran incógnita está en lo que hagan los más jóvenes, esa franja de edad entre los 18 y los treinta años a los que la retórica del fascismo y sus evidentes males les resulta cada día más lejana.
Lo más probable es que se vuelva a producir el mismo fenómeno que ocurrió hace cinco años y que nada cambie en la vida pública francesa para tranquilidad de la actual Europa comunitaria enfangada en la guerra de Ucrania, ese factor inesperado y que Macron no ha dudado en utilizar para acusar a Le Pen de haber recibido ayuda financiera por parte de Vladimir Putin, y ya sabemos que el “oro de Moscú” es mucho más pernicioso que el “oro de Washington”.
Importante papel el de los medios de comunicación franceses, todos en manos de los magnates - que no oligarcas - que forman la cúpula de la riqueza del país. Miremos la lista: Vicent Bolloré controla Vivendi ( presente en la española Prisa ), Canal + y CNews; Bernard Arnault es el dueño de Les Echos y Le Parisien; Bouygues está detrás de TF1 y LC1; Dassault domina Le Figaró; Drahi la tele o Altice y L´Express; Henri Pinault se hizo con el semanario Le Point. Cada uno de ellos ha pactado y apoyado al candidato que cree mejor para sus intereses, que a veces coincide con los de Francia y otras, la mayoría, con los suyos propios.
El domingo por la noche la Unión Europea y la OTAN respirarán aliviadas, lo más probable, o contendrán la respiración consternadas. En Francia se juega mucho más que la Asamblea Legislativa y el nombre del futuro Primer ministro del país. Una gran parte del futuro común depende de que sea quien se haga con el poder de los 577 escaños. Desde Moscú a Washington y desde Pekín a Bruselas el equilibrio de la globalización se decide en las urnas francesas.
La incidencia en España será muy directa. La inevitable llegada a los gobiernos autonómicos de Vox y posiblemente a nivel nacional si en el próximo futuro Núñez Feijóo ganara las elecciones y necesitara los votos de Santiago Abascal y los escaños que consiga en el Congreso y en el Senado, hace que el cambio en el sur de Europa con una derecha más dura y nacionalista se globalice, de la misma forma que se globalizó la socialdemocracia hace cincuenta años.

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