Felipe VI que estos días cumple diez años como Jefe del Estado, pertenece a otra generación, ha crecido en la democracia, y su formación responde a cánones, usos y costumbres que definen su perfil como el de un Rey del siglo XXII.
Su acción institucional es impecable, su prestigio en el mundo político también, su conducta no tiene tacha y su aceptación social es muy superior a la de cualquier otro líder en España según refleja una encuesta de GAD3 que sitúa en un 75,3% el apoyo de los españoles
Algunos le piden que intervenga para proteger la Constitución y las leyes . Unos lo hacen por ignorancia y otros, aparentemente monárquicos, por utilizarlo en un debate antigubernamental. En los últimos años han crecido como setas los revolucionarios de salón que no han tenido huevos, categoría intelectual ni moral para asaltar el cielo como presumían que iban a hacer, pero en cambio han aprovechado su incorporación a la política institucional para hacerse con el botín de los privilegios, las prebendas y los sueldos políticos que les han permitido darse más de una ducha caliente ¡que ya era hora!
Felipe VI es el rey de todos los españoles, incluso de los que quieren abolir la monarquía, y lo que está sucediendo en este minuto es la indignidad personal y política más grave de un Presidente de gobierno desde el final de la dictadura franquista.
A día de hoy España mantiene un prestigio internacional gracias al Rey, que no gobierna, pero cumple escrupulosamente con las funciones que le otorga la Constitución.
El Rey respeta la Constitución. Pedro Sánchez sueña con un golpe blando.