El exilio
Assange y WikiLeaks no habían tardado en hacerse famosos cuando todo empezó a venirse abajo.
Se le acusó de haber agredido sexualmente a dos mujeres. Se refugió en la embajada de Ecuador en Londres durante siete años para evitar ser extraditado a Suecia para ser interrogado sobre las supuestas agresiones, desde donde podría ser a su vez extraditado a Estados Unidos. Después fue encarcelado en Inglaterra durante los últimos cinco años.
Ha sido confuso seguir los vericuetos bizantinos del caso Assange. Su personaje ha sido vilipendiado por sus oponentes y venerado por sus partidarios.
Incluso los periodistas, que se supone que están en el mismo negocio de decir la verdad al poder, han adoptado posturas contradictorias hacia Assange, oscilando entre darle premios (un Walkley por su destacada contribución al periodismo) y rehuirle (The New York Times ha dicho que es una fuente más que un periodista).
Sufrimiento personal
Después de que Suecia finalmente retirara los cargos de agresión sexual, el gobierno de EE. UU. aumentó rápidamente su petición de extraditarlo para que se enfrentara a cargos en virtud de la Ley de Espionaje, que, de haber prosperado, podrían haberle llevado a una pena de cárcel de hasta 175 años.
El largo, prolongado y muy público caso, legal o no, ha planteado cuestiones que aún no se han tenido plenamente en cuenta.
Nils Melzer, relator especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, investigó a fondo el caso contra Assange y lo expuso con detalle forense en un libro de 2022.
En él, escribió:
El caso Assange es la historia de un hombre que está siendo perseguido y maltratado por exponer los sucios secretos de los poderosos, incluyendo crímenes de guerra, tortura y corrupción. Es la historia de una arbitrariedad judicial deliberada en democracias occidentales que, por lo demás, están dispuestas a presentarse como ejemplares en materia de derechos humanos.
También ha sufrido significativamente en procesos legales y diplomáticos en al menos cuatro países.
Desde que fue encarcelado en 2019, el equipo de Assange dice que pasó gran parte de ese tiempo en régimen de aislamiento durante hasta 23 horas al día, se le negó todo, excepto el acceso más limitado a su equipo legal (por no hablar de la familia y amigos) y se le mantuvo en una burbuja de cristal durante su aparentemente interminable audiencia de extradición.
Su salud física y mental se ha resentido hasta el punto de que ha sido puesto en vigilancia de suicidio. De nuevo, esa parece ser la cuestión, como escribe Melzer:
El objetivo principal de perseguir a Assange no es –y nunca ha sido– castigarle personalmente, sino establecer un precedente genérico con un efecto disuasorio global sobre otros periodistas, publicistas y activistas.
Así pues, aunque el propio Assange es humano y su sufrimiento real, su prolongado tiempo en el candelero le ha convertido más bien en un símbolo. Tanto si se le considera el héroe que saca a la luz los sucios secretos de los gobiernos, como si se le considera algo mucho más siniestro.
Si algo nos ha enseñado su experiencia es que contar la verdad al poder puede tener un coste personal insondable.