No dijo nada en la primera de sus citas judiciales y nada ha dicho en la segunda. Su defensa insiste en que el juez no tiene ninguna prueba que la incrimine y que tras los informes de la UCO y las primeras declaraciones y afirmaciones de los responsables de la Universidad Complutense, su cliente no tiene nada que decir, ni aportar.
Si el juez Peinado quiere mantenerla como investigada/ imputada en el procedimiento y de cara a la finalización del mismo y su traslado a un posible juicio oral, tendrá que hacerlo sin que la esposa de Pedro Sánchez haya dicho una sola palabra en el juzgado de la Plaza de Castilla. Aparecerá su nombre y los posibles cargos o indicios de delitos pero no un sí o un no a las preguntas que le querían hacer.
Serán otros los testimonios que aparecerán, desde el de Barrabés a los del rector y vicerrectores de la Universidad. Puede que también los de Javier Hidalgo y los del resto de protagonistas del escándalo. También la suma de acusaciones particulares y hasta los pronunciamientos de la Audiencia Provincial de Madrid. Nada más y nada menos. El silencio de Begoña rodeado de declaraciones de todo tipo. Las que ya se han producido y las que faltan, que van a ser muchas y afectarán a más de una empresa y sus directivos.
Las reacciones de la oposición han sido las que se esperaban, con Vox pidiendo al juez un paso más: citar al presidente del Gobierno como testigo dadas las visitas que hicieron a La Moncloa algunos de los investigados. Para mal de la imagen presidencial y del PSOE, la historia profesional de Begoña Gómez se ha convertido en una boa gigante dispuesta a tragarse una Legislatura entera.