Si Pedro Sánchez, en su condición de presidente del Gobierno, con residencia oficial en Moncloa, que también es su lugar de trabajo y en el que cuenta con un completo equipo de colaboradores y asesores lo logra será su primera y pequeña victoria. Es el juez, ahora, el que tiene que decidir. Ambos saben que el testimonio oral tiene muchas, tal vez demasiados, utilidades posteriores, que terminan apareciendo en los medios de comunicación y en las redes sociales. Pasará lo mismo con los escritos pero no tendrán la misma fuerza.
Es una larga batalla de desgaste que se libra en ese territorio tan ambiguo como peligroso que es el peculiar “triángulo de las
Bermudas” en el que confluyen los tres oceanos que rigen las olas de la vida pública: la política, la judicatura y los medios de información. Cada uno de los protagonistas lo tiene muy en cuenta. A cada uno de ellos se les observa, se les analiza y se les ataca o defiende dependiendo de la trinchera en la que se encuentren.
Lo que comenzó como una noticia sobre los comportamientos de un asesor y hombre de confianza de un ministro y siguió como un posible escándalo del mismo se ha convertido en todo un aerial en el que cada día se construye y reconstruir la misma trama, con espectadores de lujo como son los otros dirigentes políticos, con los del Partido Popularby Vox a la cabeza. Puede, pero es difícil de creer, que Miguel Bernard y los que le acompañan en Manos Limpias no supieran el alcance que iba a tener aquel primer paso que dieron cuando, con los recortes de prensa en la mano, se presentaron con su denhncia en el Juzgdo 41 de la madrileña Plaza de Castilla. Al igual que es imposible que todo lo que ha pasado sespués se deba a la casualidad y suma de actos, viajes y conversaciones entre los distintos protagonistas que van tejiendo una espesa y cada vez más difícil de limpiar alfombra. Se parece y mucho a una de esas serie Tur as de televisión que han conseguido el respaldo de millones de espectadores.