Los artículos 143 y 151 establecieron las diferencias hace 46 años de forma tan “ caprichosa” y falta de rigor histórico como era privarle a León o a Valencia o a Murcia de su pasado como Reinos que fueron. Esas diferencias han ido saltando por los aires con el paso del tiempo y la aprobación y desarrollo de los 17 Estatutos de Autonomía. Sobre esa base inestable y desde la izquierda española más global se han querido dar los pasos hacia un nuevo Estdo Federal, monárquico o republicano según estuvieran los equilibrios políticos.
Lo acordado entre el Gobieno y ERC, con sus evidentes intereses a corto plazo como son las investidura del socialista Salvador Illa, por una parte, y el apoyo en el Congreso a Pedro Sánchez, por otra, no son más que pequeñas piezas del puzzle más ambicioso: la federalizacion completo de España sin tener que afrontar una reforma constitucional que esigiría acuerdos de dos tercios en Congreso y Sendo, y que podría abrir la puerta a la pregunta clave en el necesario Refrendum: Monarquía o República.
Es imposible dar marcha atrás en el desarrollo autonómico para recentralizar España. Ninguna Autonomía quiere ser menos que las demás, con derechos históricos y sin ellos. Tienen toda la razón. No hay juatificación alguna que un estremeño, un manchego, asturino, riojano o madrileño esté y se sienta discriminado frente a un catalán, un vasco, una gallego, un navarro ( peculiaridad que sólo se explica por las luchas entre lasa familias que deseaban el trono español y los pactos con presencia francesa y austriaca ) o un andaluz.
Es evidente que el pacto entre los nacionalistas catalanes y el Gobierno de Sánchez obedece a la necesidad concreta e inmedita de conseguir el poder en Cataluña y mantenerlo en Madrid. Lo necesitan tanto Sánchez como Junqueras y les molesta tanto a Puigdemont como a Abascal. No tanto a Feijóo y al PP, que estarían más que dispuestos a hacer algo parecido si de alcanzara el poder y mantenerlo se tratara. Basta con mirar lo que socialistas y populares han estado haciendo en sus suscesivas negociaciones con los nacionalistas de derechas e izquierdas en esas Autonomías. Por eso es difícil de entender las posiciones de algunos presidentes, que se obsesionan e la pretendida defensa de una España que ya no existe.