SOCIEDAD

Todas las guerras políticas de hoy se explican en la historia de Esperanza Aguirre

Raúl Heras | Sábado 24 de agosto de 2024
Aparece y desaparece como los ojos del rio Guadiana. Cuando no se la ve, se la intuye. Era y es un ejemplar político de difícil encaje en la estructura de cualquier partido. Se define liberal pero es de derechas sin adjetivos. Antes lanzaba sus diatribas desde el Congreso, el Senado o la Asamblea madrileña. Ahora lo hace desde su condición de contertulia en programas de televisión. Era y es Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, los apellidos son muy importantes, que al igual que hacen Mariano Rajoy y José María Aznar desea que le reconozcan sus méritos y le perdonen sus deméritos.

Sin ella no existiría la Isabel Díaz Ayuso que conocemos, o tendría que haber esperado muchos más años para conquistar por méritos propios el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Rodeada familiarmente por títulos aristocráticos y grandezas de España, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid y del PP autonómico cayó en el olvido, más por las andanzas de varios de sus colaboradores más cercanos que por sus errores, cuando desde la derecha se merece un reconocimiento, tanto por méritos propios como por historia política, pues son muy pocos los que pueden presumir de sus logros desde que en 1983 decidiese militar en la Unión Liberal de Pedro Shwartz.
Esperanza Aguirre, cuando se casa con Fernando Ramírez de Haro y Valdes, tiene tan sólo 22 años y los estudios de Derecho como bagaje para el futuro. Un futuro que comienza en el Ministerio de Información y Turismo y que la llevará al Ayuntamiento de Madrid donde entre concejalías y oposición estará hasta que la victoria de José María Aznar en las elecciones generales de 1996 la conviertan en ministra de Educación.
En ese tiempo se produce su primera gran transformación: de la oscuridad municipal, en la que ha coincidido con su futuro rival Alberto Ruiz Gallardón, y con su futura mano derecha, Ignacio González, pasa a la gloria de los titulares de los medios de comunicación y a la popularidad de los programas de televisión. Está naciendo la Esperanza más populista y atrevida, a la que no le importa llevarse a sí misma la contraria: se declara más liberal que nadie e interviene en todos los órdenes de la vida pública más que nadie. Quiere que el estado sea mínimo para que la llamada sociedad civil sea grande, pero mientras esa mutación se produce aprovecha todos los resortes del estado para ir matándolo poco a poco.
Deja el Ministerio en manos de Mariano Rajoy y se convierta en la primera mujer en presidir la segunda de nuestras Cámaras legislativas, el Senado. De nuevo se transforma y da un paso significativo en sus aspiraciones de llegar a una futura presidencia del Gobierno de la Nación, todo ello bajo la mirada atenta de José María Aznar y de su amiga, Ana Botella. Las elecciones autonómicas y municipales del 2003 le darán su mejor y más controvertida palanca: ella creía que la candidatura a la alcaldía de Madrid estaba a su alcance, pero Aznar hace un gambito de dama y coloca en ese puesto a Ruiz Gallardón.
Ella se lanza a la carrera electoral para la presidencia de la Comunidad y en mayo de 2003 roza la tragedia. Cuando la mayoría de izquierdas que suman el PSOE e IU se preparan para formar gobierno y dejarla en la oposición, dos tránsfugas impiden la nominación de Rafael Simancas y obligan a repetición las elecciones, der las que saldrá victoriosa.
Con más que serias dudas acerca de los motivos de los dos desertores socialistas, Eduardo Tamayo y María Jesús Sáinz, para abandonar la Asamblea de Madrid cuando se iban a producir las votaciones, con sus contactos y conversaciones con constructores y despachos de abogados que terminan, en algunos casos, en los ámbitos de influencia del secretario general del PP madrileño y ex alcalde de Majadahonda, Romero de Tejada, será el propio Partido Socialista el que entierre su propia posibilidad de gobernar, tal vez creyendo que la repetición de los comicios le dará una victoria clara y contundente. No será así y Aguirre se sentará en su "tercer" trono público: la presidencia regional con sede en la Puerta del Sol.
Esperanza acaba de cumplir cincuenta años y ya no va a parar. Vence con mayoría absoluta, se deshace internamente de su rival Ruiz Gallardón, refuerza su poder en el partido y sueña con ser la Margaret Thatcher española, la primera mujer en ocupar el gran sillón del palacio de La Moncloa. Incluso aspira a que sea el propio José María Aznar el que la coloque en la rampa de salida, por encima de los tres "delfines" que aspiran a la sucesión: Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy. Será este último el que lo consiga y el que sufra los efectos devastadores de los atentados del 11_M y de la malísima gestión de la tragedia.
Nuestra hoy expresidenta madrileña sabe que tiene que esperar y ganar, y así lo hace. El PSOE de José Luís Rodríguez Zapatero tiene cuerda para ocho años, o casi. Mientras tanto tiene que conseguir que su partido a nivel nacional piense en ella como el revulsivo necesario para ganar tras dos derrotas consecutivas. El plan es sencillo y fácil de aplicar, pero no tiene en cuenta que el político gallego es un hombre paciente y de largo recorrido, con apoyos interesados en su mantenimiento al frente del PP y de una futura candidatura, tanto en Madrid como en Sevilla y Valencia. Es en esa ciudad en la que la estrella de Aguirre palidece durante la celebración del Congreso del partido.
Ella se da cuenta y pone el freno pese a las voces que la instan a dar el paso definitivo y pelear por el liderazgo frente a Rajoy. Se da cuenta de que perderá y vuelve a demostrar su gran instinto de supervivencia. Mejor seguir al frente de la Comunidad de Madrid y estar blindada en su territorio que lanzarse a una batalla en la que, de perder, deberá entregar todos los tesoros electorales que ha conseguido. Una historia que resuena como un eco en estos tiempos, con otra mujer andando el mismo camino y con otro gallego como gran rival. Esperanza e Isabel se parecen más de lo que ellas mismas quisieran.
Así llegamos a aquel final de abril, con su XV Congreso regional del PP atado y más que atado, con más votos que nunca en sus alforjas, con movimientos tácticos entre el partido y el gobierno de la nación , entre los poderes de Soraya Saénz de Santamaría y María Dolores de Cospedal; con un cáncer controlado, con pactos necesarios con sus rivales mejor colocados y una defensa a ultranza de su núcleo duro, de aquellos en los que confía por encima de todo.
Dentro de un mes, en ese mayo de 2023 que tanto ansía Díaz Ayuso, ya con la presidencia del partido en la Comunidad en el bolsillo, y los dos hombres que se opusieron fuera del poder interno, la mejor de las discípulas de Esperanza Aguirre, tal vez la más inesperada, y que parecía condenada a ser un paréntesis en la historia del PP, ha demostrado tener su mismo coraje para la lucha política. Tendrá el doble cinturón de mando, el de la presidencia de la Comunidad y el de la presidencia del partido. Isabel Díaz Ayuso tiene a su favor que el tiempo no es un factor de desánimo, puede esperar a que se cumpla la etapa de Núñez Feijóo los años que hagan falta.
Isabel al igual que hizo Esperanza ha proclamado que se encuentra fuerte para seguir apostando por cambiar Madrid y España, y se ha ofrecido de forma incondicional, para ayudarle, al futuro candidato a la presidencia del Gobierno. No sólo tenía que ganar en las urnas autonómicas al igual que los hizo en 2021, tenía que superar la crisis económica y volver a ganar en el 2023, si cabe con más diferencia y lo ha hecho, sin el peso de Ciudadanos e incluso de Vox. Muchos meses y muchas cuestiones por resolver que pueden cambiar por completo el mapa político y las rutas personales de los principales protagonistas, tanto en la derecha como en la izquierda política de este país.
En ese trayecto, la joven a la que protegió y ayudó Esperanza en sus comienzos dentro de las juventudes del PP, que ha manejado con inteligencia los espacios abiertos que ofrecían dentro del partido las luchas entre los seguidores de José María Aznar y de Mariano Rajoy, así como las “meteduras de pata” de sus adversarios del PSOE y de Unidas Podemos con las sucesivas divisiones causadas por la ambición de la vicepresidenta Yolanda Díaz y las “locuras dogmáticas” de Irene Montero e Ione Belarra, sabe que la espera, la paciencia y el agradecimiento siempre tienen recompensa. La expresidenta ya ha recorrido todo su camino político. La actual inquilina del palacio de la Puerta del Sol apenas lo ha iniciado. A audacia, velocidad de reacción y descaro dialéctico muy pocos le ganan.

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