El episodio de volatilidad extrema que sacudió a los mercados en la primera semana de agosto ha reajustado muchos pares de divisas consecuencia de operaciones de desapalancamiento. ¿Y ahora qué?
Los primeros días de agosto los mercados financieros registraron un episodio de enorme volatilidad. El lunes 5 fue el momento más intenso con los índices bursátiles como el TOPIX japonés perdiendo hasta un 12% y el índice volatilidad (VIX) alcanzando niveles de volatilidad que no se veían desde la crisis desatada por la pandemia.
Parecía que el clásico episodio de inestabilidad `propio de cada mes de agosto acudía raudo a su cita y lo hacía con una violencia inusitada. No preludiaba nada bueno para los que iniciaban su periodo de vacaciones.
Aunque se habían registrado las emanas previas algunos episodios de volatilidad vinculados a ala apreciación del yen y a la venta de acciones de compañías tecnológicas, el desencadenante fue un informe de empleo de EE.UU.. que en otras circunstancias bien podría haberse considerado como favorable para los mercados, pues abundaba y reforzaba la expectativa de recortes de tipos. Sin embargo, el dato abrió paso al temor de recesión, devolviendo al término un protagonismo que había perdido cuando conforme avanzaba el año se consolidaba la expectativa de un “aterrizaje suave” de las economías.
En el tránsito del miedo a la recesión de finales del 2023 al “aterrizaje suave” de primavera y principios de verano, los mercados ofrecían condiciones para que los inversores trataran de maximizar su rentabilidad financiándose con divisas débiles que ofrecían bajos tipos de interés para invertir en activos de mayor rendimiento, Conocido como “carry trade” son operaciones apalancadas que generan beneficios pequeños pero constantes a condición de que la volatilidad se mantenga moderada.
El Banco Internacional de Pagos (BIS) estima que la financiación en yenes de entidades no residentes podría haber llegado a alcanzar hasta medio millón de dólares en el primer trimestre de este año, y aunque una parte importante haya podido deshacerse en la crisis de los primeros días de agosto, no es aventurado presumir que más episodios de este tipo tienen probabilidades de repetirse.
En el ajuste, además del yen, se vieron afectadas la práctica totalidad de divisas, particularmente las de menor rendimiento, apreciándose las de mayor rendimiento, depreciándose incluido el dólar. La depreciación también afectó a criptoactivos como el Bitcoin que perdía más de un 20%
En resumen, un episodio que se diluyó en apenas una semana, pero que sirve para recordar hasta que punto largos periodos de relativa baja volatilidad acaban normalmente en episodios explosivos de ajuste que pueden afectar sensiblemente a todo tipo de activos, Es el peligro de recoger monedas en cinco céntimos frente a una apisonadora.
La depreciación del dólar desde entonces, que puede considerarse relativamente moderada, se ha visto alimentada además por el cambio de rumbo que la Reserva Federal anuncia para la política monetaria. Surge el término recesión y se deshacen, además, las apuestas que tenían como eje la segura victoria que se atribuía al candidato presidencial republicano.
Demasiados estímulos y todos a la vez aparentarían dibujar un escenario nuevo en el que el dólar aparecía como víctima. Pero no conviene ir tan rápido. Frente a la creencia generalizada de que el dólar se debilita en episodios de recorte de tipos en Estados Unidos, la historia desde 1984 no confirma esa creencia, pero además la expectativa de recortes puede estar siendo demasiado agresiva. A la par que los temores de recesión pueden diluirse con tanta fugacidad como han aparecido.
Un ajuste, un aviso, no una tendencia.