Una Comisión que con el anterior equipo ya se había mostrado muy beligerante con el Consejo, con el represente para los asuntos internacionales, el español Josep Borrell, con el Banco Central Europeo y sobre todo con las maniobras del primer ministro húngaro, Víctor Orban y su acercamiento a China mientras la UE estudia como poner más aranceles a las importaciones tecnológicas del gigante asiático, ahora que la implantación del coche eléctrico como medio para reducir el impacto ecológico ha sufrido un gran parón por parte de las fábricas alemanas y suecas.
Las divisiones políticas y partidistas, junto a las diferentes estructuras económicas y los impactos fiscales, hacen que se presente más fácil la implosión de los viejos acuerdos de Maastrich que un avance hacia acuerdos globales que sean aceptados por todos los miembros. Es más que previsible que las diferencias entre Alemania y Polonia aumenten, con la inclusión de Ucrania como tercer elemento. El último enfrentamiento directo entre el polaco Donald Tusk y el ucraniano Volodomir Zelensky lo demuestra. De la misma forma que lo demuestra el creciente poderío militare y las inversiones en Defensa que están realizando los dos grandes países centroeurpeos con la excusa de responder al peligro que representa la Rusia de Vladimir Putin y que, en realidad, esconde un conflicto que hunde sus raíces en el siglo XIX y el reparto territorial en esa zona.
Subir o bajar los tipos de interés, que son los que afectan a los 450 millones de habitantes de la UE, no depende de las decisiones que tome el BCE que preside la francesa Christine Lagarde, depende de los que decida Jerome Powell al frente de la Reserva Federal de Estados Unidos y de lo que bascule hacia un lado u otro la Gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva. Libertad financiera vigilada, parecida pero más voluminosa que la que ejerce el propio Banco Central Europe sobre el Banco de España, ahora con José Luís Escrivá como Gobernador.
Si en los temas económicos cada país mira por sus bolsillos y se pelea por las aportaciones que tiene que hacer al Fondo común y las ayudas que vengan del mismo; en la esfera política es mucho peor y, curiosamente, puede unir en sus manejos partidistas al francés Emmanuelle Macron con el español Pedro Sánchez. El galo perdió frente a la unida izquierda de su país pero ha nombrado a una persona de la derecha moderada como es Michel Barnier para que forme Gobierno, una forma de mantenerse en el poder hasta cumplir el año que necesita para convocar nuevas elecciones y dejar con la miel en los labios al Nuevo Frente Popular de Jean Luc Melenchón.
El español y presidente del actual Gobierno perdió las elecciones de forma clara frente a la derecha de Núñez Feijóo pero ha tenido la habilidad de seguir gobernando desde la izquierda. La italiana Giorgia Meloni es caso aparte, lo mismo pacta más a su derecha que se escora hacia el centro. Mira hacia Orban y coquetea con Sánchez, otra superviviente nata, que aprendió de la mano de Silvio Berlusconi y que es uno de los grandes ejemplos que tenemos a mano los españoles para comprender la habilidad y rapidez de movimientos de Isabel Díaz Ayuso. Ejemplos para todas las tendencias.