INTERNACIONAL

Israel contra Hezbolá

Javier Fernández Arribas | Sábado 28 de septiembre de 2024

La espectacular operación con buscas y walkie-talkies contra los dirigentes de Hezbolá ha abierto la puerta a una serie de bombardeos selectivos para acabar con más responsables de los grupos armados de la milicia terrorista proiraní en el Líbano.



La disuasión de la que Israel ha demostrado que es capaz va a condicionar los movimientos y la capacidad de enfrentamiento de Hezbolá, además de haber registrado una tenue reacción en Teherán, más allá de la habitual amenaza menos apocalíptica en este caso, a la espera de la respuesta a la muerte del líder de Hamás, Ismail Haniyeh.

La demostración de fuerza suele ser uno de los elementos claves para conseguir la disuasión que se persigue para evitar un gran enfrentamiento sin perjuicios para las posiciones e intereses que se defienden. En el último siglo la gran disuasión histórica ha sido la capacidad del arma nuclear que poco a poco ha sido alcanzada por varios países. Durante la Guerra Fría, los arsenales nucleares de las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, garantizaban la disuasión con la denominada doctrina de la destrucción mutua asegurada. Es decir, si una de las potencias lanzaba sus misiles nucleares, la otra tenía tiempo suficiente para lanzar los suyos y el resultado final sería la destrucción de ambas partes. Con el paso de los años, el club de los países con arma nuclear fue aumentando y se incrementaron las amenazas de desestabilización en varias regiones del mundo.

Israel es uno de esos actores que ha logrado el arma nuclear. El único en Oriente Medio por el momento ya que Irán está intentando lograr su programa nuclear, algo que el Gobierno de Tel Aviv está decidido a impedir. La opción escalofriante del uso del arma nuclear, aunque sea únicamente táctica de alcance limitado, planea siempre en el horizonte más cercano. En Moscú, algunos dirigentes más radicales que Putin han amenazado con usar armas nucleares tácticas en Ucrania.

Desde el pasado 7 de octubre, tras la masacre terrorista perpetrada por Hamás en Israel, con el gran fallo de seguridad de los casi infalibles servicios del Mossad, el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu lleva a cabo la decisión de acabar militarmente con los grupos terroristas proiraníes en Gaza, Cisjordania, Líbano, Yemen, Irak y Siria, apoyado por Estados Unidos y los principales países europeos y occidentales.

Las operaciones contra Hamás en Gaza y los bombardeos contra Hezbolá en el Líbano, así como unos tibios golpes directos entre Israel e Irán, o los ataques hutíes desde Yemen contra buques que se dirigen al canal de Suez complicando el comercio internacional han hecho temer una escalada mayor sin control y con consecuencias imprevisibles.

Ahora, la situación ha cambiado notablemente. Ante las acusaciones de víctimas civiles en Gaza, aunque Hamás los utilizara como escudos humanos, Israel ha focalizado sus objetivos en los líderes políticos, como Ismail Haniyeh, o en altos mandos operativos de Hamás y Hezbolá. Y ha dado un enorme golpe de efecto, una disuasión espectacular, con la operación de los buscas y los walkie-talkies. Miles de aparatos han explotado causando la muerte de más de 30 dirigentes y miembros de Hezbolá, además del embajador de Irán en el Líbano, lo que puede ser mucho más productivo para evitar la escalada total del conflicto. Ha causado una sensación de vulnerabilidad, debilidad, inseguridad e incertidumbre en la milicia libanesa, pero también en Irán.

Israel está rematando la operación con bombardeos contra lanzaderas de cohetes en el sur del Líbano y la muerte de más altos dirigentes de Hezbolá. Su líder, Hassan Nasrallah, habla de declaración de guerra y de castigo apocalíptico. Nada nuevo en estos casos. La realidad puede ser muy diferente. En una operación que ni los guionistas de Fadua podían imaginar, con unos aparatos desfasados, la disuasión de ir a la guerra abierta puede funcionar entre quienes ahora tienen miedo de abrir el microondas o dar la luz en sus casas.

Pero lo que parece es que quien no va a parar es el propio Gobierno de Israel, que se prepara para una operación terrestre en el Líbano para destruir todo lo posible a Hezbolá. Lo hemos escrito, tras la masacre del 7 de octubre, la decisión de Israel con el apoyo de Estados Unidos, aunque por ahora condicionado por las elecciones, y de varios países europeos es acabar con los grupos terroristas proiraníes en la región. Se trata de Hamás en Gaza y Cisjordania. De Hezbolá en el Líbano. De los hutíes en Yemen y de grupos afines en Siria e Irak. Un gran objetivo nada fácil de conseguir y que va a exigir un duro, doloroso y largo camino para todos.