Para situar la historia de Johnson en un paralelismo con las del actual Primer Ministro de la Corona española y las del Rey Juan Carlos -hoy en un forzado exilio por más que se intente disfrazarlo de voluntario alejamiento de España y de la que ha sido su casa durante más de 50 años - hay que retroceder un año y leer la novela basada en hechos reales de la escritora Nadine Dorries, a la que Johnson nombró Secretaria de Estado de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte entre 2021 y 2022, fecha en la que ambos dimitieron, sin que Dorries aceptara continuar en su puesto con la efímera Liz Trust. El relato de aquellos años los reflejó en “The Plot”, o lo que es lo mismo, en “La Trama”, el plan urdido y llevado adelante por aquellos que deseaban, desde fuera y desde dentro del partido Tory, acabar con su imagen y su poder político para, al final, dejar vía libre a la llegada de los laboristas al poder en la persona de Keir Starmer, que es el encargado de intentar arreglar la deteriorada economía del Reino Unido.
Sin “plot” no hay “explosión” en los tres casos, los tres con una intensa y prolongada cobertura mediática, indispensable para que se puedan dañar sus “infraestructuras” personales y políticas. Es imposible que todo lo que está sucediendo en el ámbito del presidente del Gobierno, con sus más que de mostradas meteduras de pata y sus errores ( junto a los de sus más directos colaboradores) puedan coincidir en el tiempo y ser casuales. Tienen un claro objetivo como es el de acortar su presencia en la Moncloa y conseguir en el PSOE un cambio de liderazgo. En el caso del Monarca es igualmente imposible que fotos y audios de hace 40 años, conviertan en cuestión de Estado el comportamiento del hombre llamado Juan Carlos, tan aficionado al sexo como la mayoría de sus antepasados.
El daño político a las Instituciones es real. El PSOE necesita regenerarse, al igual que lo necesitan el resto de las formaciones políticas y, por supuesto, la propia estructura del Estado. Lo mismo cabe decir de la Monarquía, que debe afrontar, de ña vez por todas, el desarrollo constitucional de sus funciones y controles dentro de un Estatuto que ningún Gobierno ha querido afrontar.