La distorsionada pasión por el sexo de Iñigo Errejón ha activado el “salvase quien pueda” dentro del magma político de Sumar. No es fácil dirigir, administrar y coordinar un grupo con 8 siglas en su interior, todas diversas y unidas por un débil hilo de izquierdismo frente a la malvada derecha.
Si, además, ese grupo se quiso convertir en un único partido, con fracaso anunciado, el resultado del escándalo que protagoniza su ex portavoz parlamentario no podía ser otro que el desmoronamiento de los acuerdos al grito de “sálvase quien pueda” por parte de sus dirigentes. las explicaciones de Yolanda Díaz y Mónica García, sobre todo, dejan la responsabilidad en otros y en un desconocimiento total de la situación hasta el estallido del escándalo. Decir que sí sabían del tratamiento psicológico en el que estaba su compañero desde hacía un año es una prueba más del desastre final al que se enfrentan.
En Sumar, la vicepresidenta del Gobierno y máxima responsable de la formación tan sólo tiene a su lado, de verdad y ya veremos por cuánto tiempo, a los diez parlamentarios que tienen a Sumar como partido. El resto de los 31 escaños que consiguieron hace un año hay que dividirlos entre los cinco de Podemos (hoy cuatro), los cinco de los Comunes de Cataluña, con su líder, Ada Colau, en retirada; los 5 de Izquierda Unida, que insiste con Antonio Maillo en reivindicar su independencia y exigir más responsabilidad en la toma de decisiones, los dos de Más País/Más Madrid, que era la base de Errejón y en la que están Mónica García y su sucesora en la Asamblea de Madrid, Manuela Bergerot; los dos de Compromís, que ahora más que nunca se distanciarán desde Valencia del núcleo madrileño, el uno de la Chunta de Aragón y el uno de la mallorquina Mes.
De cara al inmediato futuro y pese a las expulsiones de la dirección, Yolanda Díaz no puede garantizarle a Pedro Sánchez que esos 31 diputados vayan a votar los Presupuestos Generales del Estado. Los cuatro de Podemos, por boca de su secretaria general, Ione Belarra, ya han dicho que no lo harán salvo que desde el Gobierno planteen dos acciones casi imposibles: romper relaciones con Israel y aumentar las ayudas sociales en una proporción inasumible.
Sumar es un experimento político fallido, con una clara responsabilidad en su líder y en el pequeño grupo que le acompaña. Díaz no va a salir, ni Urtasun va a hacerlo, siendo los dos máximos responsables del deterioro de la formación y su difícil futuro de cara a las elecciones que vendrán. Tienen a su favor el hecho de que a ninguno de los grupos que se amparan bajo ese paraguas se puede permitir el lujo de facilitar al PP de Feijóo que logre la convocatoria de elecciones anticipadas o una moción de censura con la mayoría absoluta para conseguir lo que ya hizo en 2018 Pedro Sánchez.
El mal político no está tan sólo en el escándalo Errejón, que él mismo buscó la madera, los clavos y el martillo con el que construir su ataúd social y personal. Está en la propia estructura de Sumar y las batallas que ha ido protagonizando desde su origen, primero y de forma decisiva contra el Podemos de Pablo Iglesias y compañía, para más tarde regresar a los orígenes y comprobar cómo ni Izquierda Unida, ni el Partido Comunista estaban dispuestos a seguir por ese camino. El resto, pequeño resto representativo de los nacionalistas moderados como son Compromís, Chunta y Mes van a alejarse aún más y de forma más rápida.
El presidente del Gobierno se ha esforzado por mantener los votos del independentismo catalán y vasco de cara a los indispensables Presupuestos que le permitan terminar o casi la Legislatura. El frente abierto por su izquierda, de forma inesperada, puede que sea la pieza que convierta en imposible las cuentas que se han hecho la vicepresidenta de Hacienda y el ministro de Economía. Justo cuando los datos económicos de nuestro país son los mejores de toda la Unión Europea.