Corren malos tiempos en muchos países europeos, en demasiados, y eso repercute en el peso político, económico y social, en la eficacia, en la operatividad y en el papel que tiene que jugar para los ciudadanos la Unión Europea, tanto a nivel interno como en el ámbito internacional
Podemos pensar que los ciudadanos han decidido con sus votos unas situaciones en cada país que dificultan y mucho la gobernabilidad. Quizá hay que pensar que los intereses personales de unos cuantos y los populismos autoritarios o visionarios de otros han derivado en una gran confusión de millones de personas que no saben a qué atenerse, que ven cómo su calidad de vida se deteriora, que principios y valores se desvanecen en manos de frikis y especuladores sin escrúpulos y que sus puestos de trabajo empeoran, suben y mucho los precios de la cesta de la compra y los que prometen cosas imposibles o plantean enemigos absurdos van consiguiendo más apoyos por el hartazgo general.
El repaso de la situación en cada país es bastante pesimista, aunque siempre tengamos la esperanza de ser capaces de recuperar el pulso, la cordura, el rigor y la seriedad que exige una situación donde vale casi todo con tal de llegar al poder y mantenerse como sea.
Lo estamos viendo y sufriendo en España desde hace muchos años con pactos contra natura. En Francia la extrema izquierda recibe al apoyo de la extrema derecha para derribar el gobierno por los cálculos políticos de Marine Le Pen que solo busca llegar a la presidencia y acabar con Macron que llego para cambiarlo todo y no ha sido capaz de casi nada. En el Parlamento Europeo los socialistas han votado a favor de los candidatos de la extrema derecha con tal de sacar adelante la nueva comisión de la señora Von der Layen, que incluía a Teresa Ribera, con muchas tachas en su capacidad política.
Y en Alemania, casi arruinada, se presentan elecciones donde la extrema derecha recoge las incongruencias de la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, muy lastrada por una situación económica que padece la inexplicable decisión de la conservadora Angela Merkel de cerrar las centrales nucleares y echarse en manos del gas ruso.
Muchos temen el regreso del peculiar Donald Trump a la Casa Blanca por sus consecuencias en el comercio, en las relaciones multilaterales, en la OTAN, en las guerras de Ucrania y Oriente Próximo. Pero muchos consideran que puede ser un big bang que obligue a los europeos a espabilar de verdad, a recuperar principios y valores y evitar la influencia de los que tanto daño están haciendo.