Todo comenzó en junio de 2018 con la vencedora moción de censura presentada por el PSOE de Pedro Sánchez y apoyada por otras ocho formaciones políticas. El PP de Mariano Rajoy había ganado las dos últimas elecciones generales, sin mayoría absoluta, pero gobernaba con ayuda principalmente de Vox y de Ciudadanos, dos formaciones recien nacidas y que han corrido muy desigual suerte. Una sentencia de la Audiencia Nacional condenado al PP por financiación ilegal hizo que los votos de las formaciones independentistas de Cataluña y Euskadi cambiaran en sus criterios. Con 120 escaños, los socialistas llegaron al Gobierno. Por prmera vez un partido perdedor conseguía el poder. Legalmente ya que los votos que dan acceso a La Moncloa se dan en el Congreso.
Ese año, 2018, se inició un proceso imparable de desgaste de la convivencia. La derecha española se sentía ganadora y que le habían arrebatado el poder de forma legal pero políticamente impresentable, con la suma de votos tan dispares como los que representaban a Junts, ERC, PNV, Bildu y Podemos. La derecha nacionalista unida a la izquierda republicana y radical. Comenzó el desfile de las grandes mentiras. El hombre que producía pesadillas al candidato a presidente se convertía en vicepresidente de ese mismo candidato.
Así ha seguido hasta ahora, con algún cambio de nombres pero con el mismo equilibrio parlamentario. El PP ha seguido ganando elecciones, el PSOE las ha seguido perdiendo, pero mientras Alberto Níñez Feijóo no conseguía los cuatro escaños que le faltaban para convertirse en presidente, Pedro Sánchez lograba los sesenta que le permitían mantenerse en el poder. Una decisión judicial abrió el camino del gran cambio y las decisiones judiciales siguen, en este final de 2024, en el centro de cualquier cambio posible, e incluso en lo que pueda suceder en las urnas el día que se convoque a los españoles a votar por su futuro.
Sin mayorías absolutas, el Partido Popular, pese a los últimos cambios que ha hecho Núñez Feijóo respecto a los nacionalistas de Carles Puigdemont, la derecha está obligada a conseguir que los escaños parlamentarios de PP y Vox superen la barrera de los 176 votos. Es difícil que desde el País Vasco y desde Cataluña vayan a cambiar las formas de entender el estado. Por sus propios intereses. Si el PNV cambia respecto a posibles pactos con los populares corre el riesgo de que la izquierda de Bildu le coloque en segunda posición; y los mismo cabe decir en Cataluña.
A punto de abrirse el calendario de 2025, ninguna de las situaciones políticas y judiciales van a cambiar. En todo caso tenderán a empeorar, tanto las que afectan a la mujer del presidente, a sus antiguos colaboradores como Abalos y Koldo e incluso al mundo empresarial afectado por las ayudas a la cátedra de Begoña Gómez.
En el lado opuesto, es muy posible que en varias Autonomías gobernadas por el PP, con ayuda de Vox, la ruptura del acuerdo obligue a nuevos adelantos electorales por falta de Presupuestos, el mismo mal que ha aquejado al Gobierno central de Sánchez. Abierta la puerta de los grandes conflictos judiciales, tendrá que resolverse el que afecta al Fiscal General y ahora, también,al que ha estallado de forma definitiva entre el Senado y el Congreso. Sin dejar de mirar al discurrrir judicial de la pareja de la presidenta madrileña y la madeja de ataques y defensa que se han producido.