El terrorismo sigue siendo una amenaza permanente para todos. Parecía que estaba desaparecido durante algún tiempo tras la caída del supuesto Califato en Siria e Irak con algunas apariciones puntuales, pero espera paciente nuevas oportunidades para golpear de la manera que más daño pueda causar.
Los dirigentes del Daesh, el llamado Estado Islámico o de Al Qaeda pugnan por el liderazgo terrorista y juegan sus cartas para intentar conseguir sus objetivos, que en buena parte de los casos tratan de alcanzar el poder en aquellos países donde puedan imponer su dictadura del terror y controlar sus recursos naturales.
Después de su derrota en Siria y en Irak, el Daesh ha ido reorganizándose en varios lugares, incluida la región del Sahel con la intención de desestabilizar el norte de África y en zonas de Asia.
Acabar con el Califato y encarcelar a unos 9.000 terroristas en la zona norte de Siria controlada por los grupos kurdos que fueron quienes lograron doblegarlos con el apoyo principal de los Estados Unidos no significó su fin ni haber requisado sus recursos financieros acumulados por la venta ilegal de petróleo, de obras de arte en el mercado negro y de los impuestos y chantajes a los que sometió a la población de controlada en Siria e Irak.
Durante este período, su labor de adoctrinamiento ha continuado utilizando las redes sociales, principalmente, sin olvidar aquellos lugares de reunión clandestinos donde los supuestos imanes radicalizan a personas con problemas de identidad o de integración y otros procedentes de la delincuencia a base de dinero.
Cuando el Daesh golpea en algún país europeo o ahora en Estados Unidos lo que pretende es amedrentar a los gobiernos occidentales para que dejen de proteger a aquellos países donde ellos ansían lograr el poder y el control de las riquezas naturales, en especial el petróleo y el gas.
Los últimos casos terroristas de Nueva Orleans con 14 muertos y Las Vegas no están relacionados según las investigaciones del FBI, pero sí tienen un denominador común que es los autores son dos militares del Ejército de los Estados Unidos.
La naturaleza es bien distinta pero la psicosis de violencia que se crea va más allá para la sociedad americana acostumbrada, por desgracia, a los tiroteos en colegios y universidades con centenares de muertos al año.
En Las Vegas, un soldado de élite Matthew Livelsberger, 37 años, con problemas personales se suicida antes de que hagan explosión los artefactos que había cargado en su coche aparcado en la puerta del hotel del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Dejó un mensaje de desafección hacia los dirigentes políticos.
El caso de Nueva Orleans tiene a Shamsud-Din Jabbar, un veterano del ejército de 42 años, nacido en Tejas, radicalizado y capaz de arrollar con una furgoneta a una multitud que celebra el año nuevo y tirotear después a la gente causando la muerte de 14 personas.
Jabbar y Livelsberger se adiestraron en la base militar de Fort Brag pero no coincidieron ni en años ni en unidades, según dijeron fuentes militares a la agencia AP.
Lo que está clara es la vinculación de Din Jabbar con el Daesh con videos y símbolos que confirman su radicalización que las agencias de seguridad tendrán que estudiar y analizar. Nacido en Texas, Estados Unidos y enrolado diez años en el Ejército, su modo de actuar ha sido mortal y muy preocupante. Una manera que en Europa ha causado también demasiados estragos.
La cruda realidad nos obliga a estar en alerta, sin obsesiones ni psicosis, pero con la certeza de que no se puede bajar la guardia y habrá que evitar las circunstancias y oportunidades que utilizan los terroristas para golpearnos y trabajar para su desarticulación.