ECONOMIA

La más estúpida... e inútil

José Manuel Pazos | Martes 11 de febrero de 2025
¿Por qué la guerra arancelaria ha comenzado con México y Canadá? El asunto es complejo, pero ¿se trata realmente de lograr el equilibrio en la balanza comercial?

El que la nueva administración estadounidense haya iniciado su guerra arancelaria con México y Canadá, permite diversas lecturas. Llama la atención que se inicie sobre un área extraordinariamente bien integrada, basada en un largo acuerdo comercial que el propio presidente renegoció en su primer mandato, y que, al ser ahora unilateralmente atacado, cuestiona algo tan importante en las relaciones comerciales como la seguridad jurídica. Los argumentos utilizados y la tregua apenas unas horas después del anuncio, permite aventurar que las ideas y las convicciones detrás de esta política pueden no estar tan claras como pretende trasladarse.

SERIAS DUDAS

No es fácil encontrar una corriente de pensamiento que interprete un beneficio claro, no ya de una política confusa, sino de las consecuencias de una guerra comercial. Tampoco para EE.UU. Prueba de ello es que hay un amplio sector del propio Partido Republicano que, o no responde, o lo hace de forma confusa cuando son requeridos a manifestarse. Tampoco puede hablarse de una posición favorable entre los líderes empresariales, que destacan el impacto negativo en las cadenas de suministro, el aumento de costes, y la destrucción de empleos y por tanto de demanda.

La Asociación Nacional de Constructores de Viviendas, advirtió del incremento del coste de materiales y su repercusión en los precios finales de la vivienda. En suma, perjuicio para los consumidores. Ocurre lo mismo entre los medios y analistas más influyentes. Que Wall Street Journal, defensor tradicional de las tesis republicanas, la califique en su editorial como la guerra comercial más estúpida de la historia, no es una excepción. De modo similar se pronuncian FT y The Economist, y son clara mayoría las firmas de analistas y economistas que, en el caso más favorable, tienen serias dudas sobre la eficacia de estas medidas para conseguir los objetivos propuestos, cuando no se pronuncian abiertamente contrarios.

NO ES VERDAD, PERO DEBERÍA

El hecho de que los aranceles generen un shock inflacionario constituye ya de por si un freno a que la Casa Blanca recurra a un uso masivo de aranceles, pero en la acera de enfrente, el enorme déficit fiscal, fuerza a buscar fuentes alternativas de ingresos si se quieren recortar impuestos. El punto de equilibrio, particularmente teniendo en cuenta la situación de partida, -una economía que ha sido fiscalmente muy estimulada-, será muy difícil de alcanzar, y un buen fiel de la balanza será el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años. Es consistente con que el secretario del Tesoro haya declarado que es ese el tipo de interés al que se refiere el presidente cuando exige tipos más bajos. No es verdad, pero debería.

Es razonable pensar que estas dudas estén en el ambiente del entorno presidencial y a pesar del desconcierto de sus declaraciones, los mercados asuman como tesis principal que la guerra arancelaria tendrá sucesivos capítulos, pero que la realidad impone unos límites que serán difíciles de sobrepasar. Decía un artículo de FT titulado “Como gestionar la guerra comercial” que puede leerse en abierto, que para los mercados de divisas era “increíblemente difícil”. Pues bien, no puede negarse que la imposición a gran escala de aranceles, que en eso consiste la amenaza, tiene como consecuencia una apreciación del dólar, pero siendo ese el efecto a corto plazo, prácticamente todo lo demás juega en su contra. ¿Acaso ha corregido en algo el déficit comercial de EE.UU. tras ocho años de aplicación de aranceles? En nada. Y si hay represalias, menos aún. Van a tener razón en WSJ. Tanto para tan poco.


Noticias relacionadas