Dentro del aluvión de nombres que vamos a conocer en los próximos días como aspirantes a ocupar un cargo tras las elecciones, el de la socialista Elena Valenciano ha sido el primero: encabezará la lista de su partido en las elecciones europeas.
Una auténtica sorpresa 'anunciada' -a mí me lo desmintió hace más de un mes-esta designación de la 'número dos' del PSOE. Y digo sorpresa -que, claro, no lo ha sido-porque algunos de sus compañeros en las alturas del partido se desayunaron este domingo con la noticia de la 'oficialización' del nombramiento 'a dedo' como cabeza de candidatura para los comicios europeos.
Debo decir que, en principio, nada tengo que oponer a este nombre. Por supuesto que no. Pero sí objeto el modo de designación, que da pábulo a todos los rumores: ¿ha sido nombrada por el 'dedo' de Rubalcaba porque el secretario general va a retirarse, como señalan algunos? ¿quiere doña Elena salvarse de la 'quema', como dicen otros? Personalmente, tengo la mejor opinión de Elena Valenciano, a la que conozco desde hace años; me constan su honradez y su dedicación a su causa, y pienso que ha sido -ella dice que continuará siéndolo; dudo que pueda-un gran apoyo para Alfredo Pérez Rubalcaba, que tiene también idénticas virtudes que las descritas en Valenciano, aunque ella carezca de algunos de los condicionamientos y limitaciones de su secretario general.
Me queda, por tanto, criticar que la elección del candidato a nada menos que cabeza de la candidatura europea no se haya sustanciado también mediante un procedimiento interno más democrático que el de la mera conveniencia personal o política de los interesados, e incluyo, si se quiere, que Valenciano hará un buen papel, ya lo ha hecho antes, en Europa. Si el PSOE ha sido capaz de adelantarse en la obligatoriedad de las primarias para elegir a los candidatos nacional, autonómicos y muchos locales, ¿por qué no haber extendido también el sistema, que democratiza no poco la vida política española, a las listas europeas? No se ha hecho así y, por tanto, sobre estas candidaturas seguirá pesando el estigma de que son un premio a los fieles que quieren 'retirarse' de la primera línea de la batalla. Una consideración que quizá sea injusta, pero que tantas veces se ve corroborada por los hechos. Suerte, en fin, doña Elena Valenciano en sus futuros cometidos, en los que a los ciudadanos de este país llamado España nos puede ir mucho.