SOCIEDAD

Que el fin del mundo nos pille bailando

Diego Armario | Domingo 02 de marzo de 2025

Va camino de los 89 años y las crónicas cuentan que millones de personas rezan para que sane. En un hospital de Roma está muriendo un hombre que se llama Jorge Mario Bergoglio. Es un Cardenal que fue cura argentino y al ser elegido Papa de Roma cambió su nombre por el de Francisco.



La noticia es de interés global dado su protección religiosa y su perfil político, porque durante sus once años como Papa de Roma ha desarrollado una amplia actividad, también como jefe del Estado Vaticano.

Su condición de argentino ha inspirado el carácter de sus discursos y su ideología política ha sido cercana a los gobiernos dictatoriales de América Latina, hasta el extremo de no haberse pronunciado sobre la represión en Cuba, Venezuela o Nicaragua mientras se fotografiaba sonriente con Castro, Maduro y Ortega.

Quizás desde un punto de vista de la doctrina de la fé, el Papa Francisco ha sido impecable, pero su condición de pastor de “los perseguidos por causa de la justicia” ha dejado mucho que desear.

Creyentes o simpatizantes del Papa Francisco, rezan por él y valoran positivamente lo que está siendo su papado, pero también tiene un nutrido número de oponentes entre los católicos porque los lideres del mundo nunca concitan unanimidades y son objeto de supervisión critica por los medios de comunicación y la opinión pública. Ese es el precio que pagan.

Escribo estas líneas con respeto por un hombre que lucha por sobrevivir, y se lo deseo, pero el Papa Francisco como lider mundial está sujeto a la critica de los ciudadanos, creyentes o ateos, y mi punto de vista sobre él y su papado se resume en un momento en el que los liderazgos políticos y religiosos han descendido a segunda división.

Todos estamos en lista de espera y solo los que creen que vivirán para siempre bailan en la pista de la inconsciencia mientras van cayendo a su alrededor los que pensaban que la fiesta sería eterna.


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