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La Monarquia en los Partidos

Raúl Heras | Martes 21 de octubre de 2014

Todas las monarquías europeas, incluida por supuesto la española, han renunciado al carácter absolutista que tuvieron en el pasado. Los Reyes reinan pero no gobiernan, se ajustan al papel que les dan sus Constituciones y dejan que sean los jefes de gobierno los que administren



 Podríamos pensar que el absolutismo, la voluntad " real" como suprema forma de decidir sobre los asuntos  sociales ha desaparecido con el cambio de papel de la realeza en aquellos países que mantienen esa figura en la cúspide del estado; y que por supuesto no existe en los que imperan las Repúblicas. Craso y tremendo error como es fácil de descubrir mirando, por ejemplo, lo que ocurre en España.

Juan Carlos I no es un Rey absolutista, como lo fueron sus antepasados, y la aristocracia existente no tiene más privilegios que los que consiga con el trabajo, la herencia o la fortuna, como cualquier otro español que parta de situaciones económicas y sociales parecidas. Los privilegios de " sangre" son mínimos y restringidos a las figuras del Rey  y su sucesor. Y, sin embargo y como pasa con las meigas gallegas, existir no existen pero haberlas, haylas.

El absolutismo real y la aristocracia de antaño se ha refugiado, sobreviven en los partidos políticos, en los que el ascenso al poder y el mantenimiento en el mismo se produce. Así por los mismos procedimientos por los que se alternaban las monarquías e incluso dentro de la misma familia el puesto que ocupaba cada cual. Es la voluntad  del líder la que se impone siempre sobre los deseos y las voluntades de los que le siguen, y cuando no es así porque los de abajo tienen la fuerza suficiente para oponerse al gran y único dedo de visorio, asistimos al " magnicidio" interior, que suele desarrollarse como una tragedia, la primera vez, como una drama la segunda, y como una comedia bufa en las siguientes.

En estos días el PP tenía que elegir un nuevo presidente del partido en Andalucía. La aristocracia " popular" comenzó a moverse en la   "Corte madrileña" para conseguir que el "trono" autonómico fuera para uno de los suyos, al mismo tiempo que en el virreinato se cruzaban los cuchillos entre los barones provinciales.  Ese Rey laico y sin corona que es Mariano Rajoy esperó hasta el final, hasta los últimos minutos para hacer saber a todos lo que su gran dedo había decidido. Y hecho el gesto y tomada la decisión se produjo la reacción de la obediente y sumisa " aristocracia" del partido. Nada de democracia interna, nada de dejar que los militantes andaluces del PP decidan quien quieren que les dirija en su lógico afán por conquistar el poder, nada de candidatos que presenten sus programas y sus ideas. Se exige disciplina y unidad con la amenaza de ser expulsados de las doradas listas.

En estos días también, en el PSOE, se querían elegir a los candidatos, a la lista de dirigentes que iban a pelear por unos escaños en el Parlamento europeo.  Muchos deseos de celebrar elecciones internas para ese cometido,  muchas menciones de la palabra " primarias", nombres que entran y salen de las páginas y de las imágenes de los medios de comunicación. Hasta qué, de nuevo y desde la llamada izquierda, habla y elige el otro "monarca" sin corona. Ya hay jefa para llevar la bandera del socialismo, y sólo queda quien acompañará y en que puesto a la encargada de buscar su victoria y de propiciar a su mentor la posibilidad de su propio y posterior triunfo interno.

Sueña a broma macabra, a oportunismo, a engaño social y mayúsculo que mientras se lanza el debate entre  monarquía y república se mantenga el carácter absolutista y aristocrático en las cúpulas de los partidos. Estos, todos ellos, deberían predicar y proponer con y desde el ejemplo. La democracia bien entendida comienza desde las propias organizaciones y desde las bases de las mismas. De abajo hacia arriba, no al contrario. Ni en Andalucía se ha dado ejemplo ( antes que el PP con Moreno Bonilla ya práctico el gran dedo el PSOE con Susana Díaz), ni de cara a las elecciones de mayo se está dando en Madrid. Temamos lo peor y es que siga así hasta noviembre de 2015 y más allá.


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