Evidentemente a la pregunta que me hago en el título de esta columna he de responder que no me refiero al sistema democrático sino al sistema de organización, ocupación y reparto del poder y de autoprotección que los propios partidos políticos, sindicatos y cuantas organizaciones...
... gestionan dinero público se han dado a sí mismos. ¿Qué coño hacen los políticos repartiéndose cuotas de poder en los Órganos judiciales, en los Consejos de Administración de las Empresas o de las Televisiones Públicas o en las Cajas de Ahorro? De otra forma no se puede entender que no se libre nadie, de cualquier institución a la que nos refiramos, de tener entre sus filas a personas que deberían ser ejemplares y son unos sinvergüenzas.
Es muy importante subrayar esto porque, como se refleja hoy en un editorial del diario El Pais, “El carácter sistémico de la corrupción proporciona fácil y demagógica munición a quienes propugnan una ruptura, no con el sistema corrupto, sino con el constitucional, incluso para buscar soluciones de signo opuesto a la democracia”.
La trama de corrupción investigada por el juez Ismael Velasco en la que, por ahora ha sido detenidas 51 personas, entre ellos Francisco Granados, ex secretario general del PP de Madrid, que se paseaba por las tertulias dando lecciones de moralidad y criticando a los corruptos de los otros partidos, es un destape más de otra alcantarilla fétida y coincide con la noticia de los 12.986.730,80 euros de Xavier Trias, alcalde de Barcelona, que ha trasferido de un banco suizo a otro de Andorra. Si fuera solamente un partido político o un sindicato el que tuviera corruptos en sus filas la situación general sería menos preocupante, pero esta enfermedad o se ataja o habrá que meter en la cárcel también a los que no tienen el mínimo sentido patriótico y no hacen nada por acabar con esta lacra.
La revolución del sistema debe venir de dentro, y por ahora no veo yo a ningún político con cierta responsabilidad, en ninguna de las dos grandes formaciones, ni con ganas, ni con autoridad ni con credibilidad para hacer nada. En Italia desaparecieron la Democracia Cristiana, El Partido Socialista y el Partido Comunista y el problema es que llegó Berlusconi, pero aquí algunos deberían irse a su casa sin que nadie les agradezca los servicios prestados, y que otras personas de esas mismas formaciones asuman responsabilidades de regeneración.
La palabra dimisión nadie la pronuncia en primera persona, y la de explicación tampoco.
A mí, por muchas razones, no me ofrecen ninguna confianza los Torquemadas de Podemos, sobre todo cuando ya han decidido tener la misma organización, estructura partidaria y acceso a los órganos en los que se reparte el bacalao. Dadles tiempo y poder de gestión de los recursos públicos y los veremos paseándose por la Audiencia nacional.
Lo que hacen falta son nuevas leyes que controlen, limiten y sancionen a quienes las incumplan. El mapa de los corruptos de hoy se hace con la fotografía de los que siempre negaron que los fuesen.