NACIONAL

El reino de los tripartitos

Raúl Heras | Miércoles 10 de junio de 2015

España ha cambiado y los que crean que es de forma provisional y que más pronto que tarde todo volverá a ser como los años vividos desde 1977, con dos grandes partidos turnándose en el poder como si este país del Tercer Milenio fuera una copia del siglo XIX con los seguidores de Cánovas y Sagasta alternándose en el poder se equivocan.



Lo que está pasando responde a un cambio bien profundo : el paso de la sociedad industrial que representan PP y PSOE a la sociedad digital que representan Podemos y Ciudadanos. Las redes sociales han irrumpido en el hacer de la política y están para quedarse y convertirse en el nuevo campo de batalla electoral. Y junto al espacio están los protagonistas: durante estos treinta y cinco años, populares y socialistas tenían como compañeros de viaje a los nacionalistas catalanes y vascos, que servían para formar mayorías en el Congreso a cambio de suculentas dádivas a sus respectivas autonomías. Se ha terminado. Ni las formaciones de Artur Mas e Iñigo Urkullo son necesarias para gobernar desde Madrid. Ese papel lo van a jugar Podemos y Ciudadanos. Basta con extrapolar los resultados municipales del 25-M a unas elecciones generales para percibirlo.

Hemos iniciado una Segunda Transición política - siempre por detrás de la económica y financiera - y una de sus características iniciales es que España se ha convertido en el Reino de los Tripartitos, los gobiernos en los que de forma activa o pasiva participan tres o más partidos. Se ha activado el mercado de las ofertas y la más audaz ha sido la de Esperanza Aguirre: con tal de que no gobierne Manuela Carmena está dispuesta a apoyar a Antonio Miguel Carmona como alcalde y hasta formar un tripartido con Begoña Villacis y Ciudadanos. Podemos es la bicha, el comunismo que vuelve sin haberse ido del todo, el enemigo público al que hay que dejar fuera del juego democrático. Justo lo contrario de lo que hizo la Primera Transición con el PCE de Santiago Carrillo, y justo lo contrario de lo que se ha hecho con Bildu en Euskadi.

Aquello de que en la democracia cabemos todos parece que se les está olvidando a más de uno. Tal vez la clave del miedo a Pablo Iglesias y compañía esté en que se les ve con posibilidades de llegar a La Moncloa y con voluntad de cambiar las esclerotizadas reglas del juego. El error, el inmenso error, estaría en dejarles enfrente del resto de formaciones, en convertir a Podemos en el enemigo de la democracia en lugar de concebirlo como un acicateados para que la democracia se regenere y funcione como tal.

Se presenta difícil este primer año de la segunda Transición. Es el tiempo que queda para las elecciones generales y para las conversaciones que emprenderán tras los resultados los mismos protagonistas de estos días. Habrá un después y con toda probabilidad muchas mociones de censura y nuevos pactos de gobierno en autonomía y municipios. Mucha tensión pero eso no es malo. De las crisis se sale con imaginación, dialogo y esfuerzo. Es lo que tienen que hacer los políticos, para eso se les ha elegido, no para sentarse en los consistorios y ver pasar el tiempo hasta una nueva cita con las urnas.

Tripartitos de la izquierda, bipartitos de la derecha, hasta cuatripartitos en algunos pueblos. Habrá mucho que pactar, muchos controles internos, más transparencia de cara a los ciudadanos. Cambios de actitud, cambios de comportamientos, cambios en la forma de ejercer el liderazgo. En la economía y en las empresas ya se ha dado. Lo que se ha quedado obsoleto para los usos y costumbres del siglo XXI es la política del traje y el coche oficial a la puerta. Si estamos dispuestos a quedarnos sin dinero en los bolsillos y comprar, vender y pagar desde el teléfono móvil o la tarjeta siguiendo el ejemplo de Dinamarca, ¿ por qué no vamos a cambiar la forma de ejercer la representación política y el gobierno de los ciudadanos.?. Sin miedo y con esperanza se anda mucho mejor por la vida.