Si el presidente del gobierno respeta los plazos que el mismo se ha puesto:" habrá cambios antes del verano", en las hogueras de San Juan van a ser muchos los políticos que ardan en el arranque del solsticio que marca el cambio de estación. Falta por saber hasta dónde va a " meter" el bisturí Mariano Rajoy en su gobierno y en el Partido Popular.
Los que no tienen nada que perder o ya lo han perdido le piden que corte a fondo si quiere ganar las elecciones generales de fin de año. Los que aún conservan poder o quieren conservarlo le sugieren que se contenga y busque la redención de las siglas con más y mejor comunicación, esa especie de bálsamo de Fierabras que todo lo cura.
Las hogueras se utilizan esa noche para quemar lo viejo y dejar sitio a lo nuevo, y eso parece que va a suceder en varias de las Comunidades autónomas que gobernaban dirigentes populares, desde Aragón a Baleares y desde Cantabria a Extremadura. Presidentes, consejeros, directores generales, ayudantes, secretarias, personal contratado, asesores... La lista es interminable. Miles de cargos que se van a ir al paro y que buscan en estos días un acomodo imposible dentro de los tentáculos del partido.
Ahí radica la importancia de los pactos y la urgencia de los acuerdos entre las formaciones que tienen representación parlamentaria y municipal. Votar a favor, en contra o abstenerse no sólo cambia la política y las responsabilidades de gobierno, cambia las vidas. Mientras en la izquierda los votos a favor son esenciales para alcanzar el poder, en la derecha la gran baza para conservarlo en lugares como Madrid o Castilla la Mancha está en la abstención. Y en ese amplio arco de intereses la flecha a disparar es la de Ciudadanos o la de alguna "ausencia" que recuerde a Eduardo Tamayo.
En los grandes Ayuntamientos ocurre más de lo mismo. En casi todas las capitales de provincia el más perjudicado es el PP, con decenas de alcaldes, concejales y equipos que dejarán de gestionar sus ciudades y pasarán a engrosar las filas de la oposición, la inmensa mayoría sin sueldos y obligados a buscar otras alternativas de supervivencia. Ha pasado en Galicia y ha pasado en Andalucía donde aparecen en el horizonte gobiernos tripartitos que van a cambiar de forma radical usos y costumbres que estaban congelados. Ya veremos las consecuencias dentro de un año, pero hasta las elecciones generales vamos a entrar en una especie de cápsula del tiempo en el que las grandes acciones estarán invernadas.
Lo que piden los militantes y votantes del Partido Popular es que se imite en la alturas de la organización lo que ya han hecho en el PSOE y en Izquierda Unida y lo que aparece en las nuevas formaciones emergentes. Caras nuevas que rompan con el pasado, que reflejen los cambios que se han producido en la sociedad. Se lo están pidiendo a Mariano Rajoy en los dos campos que preside, en el gobierno y en el partido. Sin maquillajes, a fondo. Ponen nombres y apellidos, no les basta con el cambio de Wert en Educación, quieren que arda el equipo económico y el industrial; no les satisface la posible ascensión de Pablo Casado en la dirección nacional, quieren que desaparezcan Javier Arenas y Carlos Floriano como responsables directos de la reciente campaña electoral y sus consecuencias. Quieren que desaparezca el ordenó y dispongo, quieren que cada militante sea un voto y decida.
Vamos a ver hasta que punto Rajoy se muestra dispuesto a ganar y a cambiar. Hasta dónde llega su audacia o su supervivencia política. Hasta qué grado de autocrítica se va a permitir y va a permitir a los suyos. Algunos ya han dicho que se van, como Bauzá, Fabra o Rudí. Otros se resisten en espera del milagro de las abstenciones o los acuerdos de última hora con Ciudadanos. Cuando se enciendan las hogueras de San Juan en toda España se habrá cumplido el tiempo de los análisis y las dudas y habrá llegado el de los hechos.