NACIONAL

Retratadas por Bozifar

Miércoles 10 de junio de 2015

El Madrid que se imagina y ofrece Esperanza Aguirre en poco o nada se parece al que imagina y ofrece Manuela Carmena. Dos mujeres y su visión de dos ciudades que son la misma ciudad. Si el Bozifar que elaboraba la crónica política y cubría las elecciones británicas en la década de 1830 ...



... para el Morning Chronicle se pasease con su más que incipiente calva, su larga e hirsuta perilla y su levita por nuestra España de hoy y en concreto por la capital del Reino, pondría sin duda su ironía y mordacidad victoriana al servicio de los mejores retratos periodísticos de las dos damas que se disputan la alcaldía de la ciudad.

El escribidor político y gacetillero que era Bozifar escondía al auténtico Charles Dickens, al escritor que dibujaría en sus novelas la miseria y la esperanza de una sociedad que se desmembraba lo mismo que su Imperio. Detrás del seudónimo estaba el autor de Oliver Twist y de Cuento de Navidad, pero también de Historia de dos ciudades, y es ahí en esta obra en la que encajan nuestra Aguirre y nuestra Carmena con doscientos años de diferencia.

Dickens la escribe en 1859, cuando ya conocía el éxito, cuando se había casado y divorciado, cuando tenía una o dos amantes, cuando estaba enfermo y sin saber que su comparación de Londres y de París en los años de la Revolución Francesa sería llevada al cine a partir de 1907 y hasta nuestros días, la mayor parte de las veces para dejar claro que la revolución se tragaba a sus "hijos", que escondía en sus entrañas toda suerte de venganzas; y que era la tranquila y pacífica Londres la que permitía aflorar el progreso y los mejores y más generosos sentimientos. Por supuesto que los buenos y altruistas hasta ofrecer su muerte son ingleses y los malos y egoístas franceses, pero Dickens siempre fue un leal súbdito de su Graciosa Majestad.

Londres hoy es Esperanza: aristocrática y liberal, de buena y solvente familia, de educación elitista, victoriana en sus usos y costumbres, populista cuando de recorrer los barrios y los pueblos se trata. Fría bajo la sonrisa, divertida ante el espejo de sí misma. Soberbia en su desdibujada humildad.

París hoy es Manuela: revolucionaria desde la universidad, jacobina en sus creencias, radical, amante de la libertad y la igualdad, hecha a sí misma, dispuesta a luchar por lo que cree hasta el final. Justa hasta en la guillotina de los sans culottes que se acercaban a La Bastilla para acompañar a los presos y ver rodar las cabezas en La Concorde. Cerca de los mismos que tomaron por asalto el palacio de Las Tullerias.

A nuestra Aguirre concejala, ministra, presidenta del Senado, presidenta autonómica y protagonista de una de las grandes sagas- fugas de la democracia le gustaría que Madrid fuese Londres para poder tomar el té con alguno de nuestros propios Ebenezer Scroog y convencerle de que su egoísmo es ya de otro siglo. Luego dudaría, que en eso es cartesiana, entre contárselo a Iñigo, su cuñado y oveja negra de los Ramírez de Haro, para que lo convirtiera en un sainete costumbrista; o enviarle una carta sin acuse de recibo a su primo Jaime Gil de Biedma, el poeta que dejó escrito antes de morirse casi un epitafio para el 25 :
" Otro mundo más cándido era el suyo.

Misterioso por simple.

Como un reloj de sol".

A nuestra Carmena le vuelan las togas como golondrinas de antaño. Ropajes de abogada bajo las balas de la calle Atocha cuando la democracia pugnaba por salir del útero de la dictadura, puñetes de juez y dictados de sentencias antes de mirar a los presos de las cárceles madrileñas. Lejos del poder que dice no querer pero al que aspira para no mandar a los municipales a ejecutar deshaucios, se sentaría a cenar con Bob Cratchit para explicarle por la mirada profesional que le llevó a poner negro sobre blanco la crónica de un desorden. Sin fotógrafo de cabecera bien puede arrebatarle a su rival a Ouka Leele, la otra prima de Esperanza, para que plasme sus setenta años con el bastón de mando si es que lo consigue sumando y sumando.