Durante más de horas tres hombres y una mujer quisieron convencer a los dos millones y medio de españoles que siguieron el debate de Atresmedia de sus intenciones para los próximos cuatro años. Hubo bastante monólogo, algo de polémica y un aceptable combate cuerpo a cuerpo ...
... en el que quedó demostrado que para tres de los contendientes era su gran bautizo en la recta final de la campaña electoral dentro de un formato nuevo en televisión, radio y redes sociales al mismo tiempo.
La única mujer tenía un objetivo distinto al de sus compañeros: ella no defendía su candidatura, ella defendía a su jefe que se ha convertido en el gran ausente, con toda la pérdida de imagen personal al que eso representa.
Dureza, lo que se dice dureza, apenas hubo. Nervios sí, muchos. Más en Pedro Sánchez y Albert Rivera que en Soraya Saenza de Santamaría y Pablo Iglesias. La vicepresidenta hizo gala de su buena memoria como abogada del estado y el líder de Podemos de su gran capacidad telegénica. El jefe de Ciudadanos acusó el vértigo de las encuestas, que le colocan de eje de cualquier futuro gobierno tras el 20 de diciembre; y él secretario general del PSOE Su necesidad imperiosa de salir del agujero en el que le están metiendo esas mismas encuestas.
Mariano Rajoy no estaba y puede que su decisión le favorezca de cara al nuevo debate que tendrá con Sánchez dentro de unos días. Estará menos desgastado y ya ha visto por donde quiere ir el líder socialista y cuáles serán sus argumentos. Su rival va a tener que forzar y mucho la máquina personal si no quiere presentarse ante las urnas como el seguro perdedor.
Puede que en la noche del lunes Sánchez asistiera a su propio funeral y que sus ejecutores fueran los que le acompañaban en el escenario frío y gris en el que actuaron. Era la víctima propiciatoria del actual poder representado por la vicepresidenta, que fue la menos hiriente de los cuatro, y de los dos líderes emergentes que han entrado como el zorro en el gallinero del PSOE a robarle todos los votos posibles.
Ni las encuestas son las elecciones, ni el debate televisivo el cara o cruz de los resultados en las urnas. La auténtica media verdad se sabrá el domingo 20 por la noche y la otra media cuando se sienten a negociar los cuatro partidos que estuvieron en el debate y alguna que otra formación que no estuvo pero que puede aportar, a lo mejor, algún que otro escaño a la investidura del futuro presidente del gobierno.
Iglesias insistió en la remontada que está haciendo Podemos y consiguió hacerse con el trofeo al mejor del encuentro. Rivera aseguró que no pactará ni con el PP, ni con el PSOE como representantes de las vieja política. Sáenz de Santamaría miró más al pasado que al futuro, insistiendo en la herencia recibida y en la gestión realizada por todo el equipo gubernamental en el que Rajoy era uno más. Y Sánchez luchó contra los tres y contra sí mismo mirando a un espejo socialista que se rompió hace cuatro años y que va a ser muy difícil de reparar.