Escucho comentarios, no sé si algo apresurados, que califican de 'teloneros' a los tres participantes en el debate por Internet (recogido, con mucha vista y buen share, por alguna televisión) en la noche del pasado lunes. Estaban Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias.
Faltaba Mariano Rajoy, que, a esa misma hora, era entrevistado en solitario en otra cadena televisiva, donde soltaba alguna pequeña ‘bomba’ informativa de campaña. Cierto: Rajoy fue el gran ausente de un debate que debería haber tenido lugar entre todos los candidatos y, por ello mismo, tuvo un plus de notoriedad, aunque los demás procuraron atacarse los unos a los otros, dejando casi indemne, como en un olvido forzado, al presidente y candidato a lo mismo.
¿Convertía eso en ‘teloneros’ o en ‘casi tertulianos’ (también esto lo he escuchado en las últimas horas) a Sánchez, Rivera e Iglesias, que se situarían así en un escalón inferior a Rajoy, cómodamente entrevistado, con la pantalla toda para él, contraprogramando en otra ‘tele’? Sería injusto decir que, por aceptar las reglas no escritas de este juego, que consisten en que todos deben debatir contra todos, los tres candidatos a sustituir a Rajoy en el sillón de La Moncloa queden penalizados como ‘aspirantes menores’, mientras Rajoy, que hay que reconocer que tiene todo el viento a favor, incluidas las palmaditas en el hombro de Obama, quedaría como una especie de ‘pater’, casi un dios en su Olimpo, al que se le debe un tratamiento diferente.
Es exactamente la misma estrategia que el presidente pretende poner en práctica cuando, el próximo lunes, tenga lugar el segundo debate ‘a cuatro’; en su lugar, irá la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en un gesto ‘rajoyano’ que está teniendo múltiples interpretaciones: ¿estamos ante el comienzo de una ‘operación sucesión’ por capítulos?¿O es simplemente que Rajoy se reserva para el ‘cara a cara’ con el secretario general socialista, Pedro Sánchez, que es, hoy por hoy, el contrincante más cómodo para él? Sí, porque al presidente y candidato a lo mismo le conviene que Sánchez robe votos a la izquierda de Ciudadanos, sabiendo que así debilita a quien se pretende alternativa directa del Partido Popular. Además, ahora, con muchas bazas económicas e internacionales en la mano, lo que muchos consideran más probable es que ese ‘cara a cara’ del próximo día 14 lo gane Rajoy. A quien, además, le quedan muchos disparos televisivos, desde su encuentro –que ya está grabado—con Bertín Osborne hasta otras varias comparecencias en diversos formatos en la pequeña pantalla. Nos quedan, ya lo verán, días muy ‘televisivos’ hasta el 20-D.
Rajoy, en sabia pero acaso poco audaz estrategia, hizo en el debate de este lunes lo que tantas veces, en otros campos y situaciones, ha hecho: ganó, en ausencia, un debate en el que los otros tres pelearon entre sí. Mientras, se permitía hacer algún anuncio beneficioso para los bolsillos ciudadanos, aunque lo cierto es que su intervención ‘en paralelo’ resultó bastante sosa. Habrá quien llamará a eso ‘electoralismo’. Y lo es, pero ¿acaso sin estos lances de campañas electorales habrían avanzado las democracias más allá del derecho de pernada? Y, en otro orden de cosas ¿no es lo mismo que está ensayando en Cataluña, dejando, con su actitud de olímpico desprecio, que Artur Mas sufra un desgaste máximo a manos de sus aliados/rivales?
Esa es, en resumen, la cuestión: Mariano, el ausente, me parece que vence. Lo que no sé es si convence, pero eso, a estas alturas ¿tiene realmente importancia?