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Como en la f´ábula de La Tortuga y el Escorpión, Puigdemont no ha podido evitar picar a Pedro Sánchez en plena travesía del río de la Ley de Amnistía, a pesar de que con su acción podrían acabar los dos ahogados políticamente. Hace tiempo que el hombre de Waterloo no obedece más que a sus propios intereses.
El magistrado del juzgado número 6 de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, y el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, no se parecen en nada. El primero nació en Valladolid y el segundo en Canarias. Su trayectoria profesional es muy diferente pero los dos tienen hoy un mismo destino en las investigaciones que llevan en curso, las ramificaciones del Process y los sucesos que hace siete años tuvieron lugar en la Ciudad Condal.
Seguro que tanto Pablo Iglesias como Iñigo Errejón , Juan Carlos Monedero, Pablo Bustinduy y el resto de los profesores universitarios que se convirtieron en lideres politicos en apenas 12 meses conocían y han leido a más de uno de los integrantes de los " Angry Young Men", el grupo de escritores británicos que a mediados del siglo XX cambió la forma de mirarse que tenía la sociedad a la que pertenecian.
Es imposible que Emiliano García Page se equivoque en política. Lleva cuarenta años de prácticas ininterrumpidas. Ha sido y es todo loo que se puede ser en su tierra, en Castilla La Mancha: concejal, diputado, consejero, portavoz, vicepresidente y presidente. Ha tenido de profesor a uno de los más listos en ese difícil arte de deslizarse por la política sin caerse nunca del todo como es José Bono, incluso cuando perdía alguna de las batallas. Si se pone a hablar con tres presidentes autonómicos del PP para decirles que tiene un pie dentro y otro fuera del PSOE y que Pedro Sánchez y sus fieles escuderos no perdonan hay qué preguntarse por sus objetivos. Es el último superviviente de ls batallas internas del socialismo.
Tradicionalmente se ha entendido que en las democracias imperfectas occidentales al analizar las luchas entre los partidos políticos parlamentarios había que contar además con otras variables que también de manera habitual se denominaban “las fuerzas vivas” y donde se englobaban a los grandes empresarios, a los líderes financieros, a los medios de comunicación (el cuarto poder) y a la Iglesia.
Centrados como están los partidos políticos con las nuevas elecciones que vienen y los argumentos para derribar de la manera más rápida y letal a sus adversarios, nos olvidamos que tras la larga gestión parlamentaria de la ley de amnistía y la posterior de la realización de un referendum legal en Cataluña, están y seguirán estando los tribunales y los jueces.
Nueve mil kilómetros separan Galicia de China y unos cuantos miles más de palabras sobre la Constitución y las negociaciones con los independentistas catalanes son las que separan a Pedro Sánchez de Emiliano Garcia Page. El presidente del Gobierno se ha dado un baño de militancia gallega para intentar que el PP de Núñez Feijóo no siga en la presidencia de la Xunta; el jefe del Gobierno de Castilla La Mancha intenta que las grandes empresas chinas inviertan en su región. Uno y otro son socialistas, al menos eso dicen.
Todos los años, durante cinco días, los financieros, empresarios y políticos más ricos y poderosos del mundo se reúnen en los Alpes suizos para “enseñar” al mundo por dónde deben caminar los ocho mil millones de personas que habitamos el planeta Tierra. A la llamada anual del presidente del WEF, Klaus Martin Schwab, los obedientes “davosianos” dejan sus países y sus empresas para reunirse en cordial armonía con sus colegas llegados de todas pates del mundo, sobre todo del Occidente económico. La genial idea de un economista alemán que en 1971 pensó en arreglar el inquietante futuro sobre la base de reunir a los poderosos.
La tarde del 27 de junio de 1977 a las siete de la tarde, tras comer y una pequeña siesta, el presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, salía del chalet del diplomático y financiero, Manuel Ortínez, camino del palacio de La Moncloa. Durante años tuvo en estar fuera de España y llevaba negociando su regreso con mensajeros del Gobierno de Adolfo Suárez, con mensajeros del Rey Juan Carlos y siempre con el círculo empresarial más cercano al PNV, hasta el punto que el avión en el que viajó a Madrid era propiedad de Luís Olarra, el hombre que, ante el chantaje económico que le exigía ETA, optó por "otra solución”: les hizo llegar a los dirigentes de la organización terrorista que si le mataban a atentaban contra cualquier miembro de su familia había depositado 500 millones de pesetas en Marsella para que la mafia francesa acabara con todos los familiares de los cabecillas. No pagó ningún impuesto revolucionario. Nunca.
Sin las elecciones autonómicas del 18 de febrero, la crisis medioambiental de los mil millones de pélets vertidos al mar a mediados de diciembre tras la caída de seis contenedores que transportaba el buque Taconao, se habría resuelto de la misma manera que se ha hecho en Asturias, con Gobierno socialista, o en Cantabria con Gobierno popular. Es la batalla política por ganar en las urnas la que ha hecho que el presidente gallego Alfonso Rueda se haya enfrentado a la vicepresidenta del Gobierno central, Teresa Ribera, y al ministro de Agricultura y medio Ambiente, Luís Planas. Más allá de esta crisis puntual está el laberinto de los paraísos fiscales desde los que se maneja el transporte marítimo mundial.
Si Alfonso Rueda no consigue mantener el Gobierno de Galicia en manos del Partido Popular el próximo 18 de febrero con la mayoría absoluta que consiguió Alberto Núñez Feijóo durante cuatro Legislaturas, la derrota se le apuntará en el debe al actual presidente del PP. La distancia que separa Santiago de Compostela de Madrid es menor que la que separan las dos formas de gobernar que tienen Rueda e Isabel Díaz Ayuso o Juanma Moreno en Sevilla. El candidato popular gallego ha adelantado la electoral por dos razones bastante simple: el miedo a perder el poder o tener que pactar con Vox para mantenerlo.
Es imposible que una persona culta, con sólida formación económica y política, siempre de izquierdas, crítico con todos los partidos. y que ha publicado cientos de artículos y libros sobre la historia de este país llamado España, pueda pensar con sinceridad y sensatez que la creación de un nuevo partido político, para combatir desde dentro de la izquierda por una democracia popular, no sea más que un favor que se quiere hacer a la derecha.
El balance de este año que acaba de hacer el presidente del Gobierno sólo podía ser uno y así ha sido: su mirada al vaso llamado España no puede estar más lleno, nada de medias tintas. Todo lo conseguido, pese a la mala situación europea, a la herencia recibida de los gobiernos del PP, y a dos guerras como las de Ucrania e Israel, se ha debido a las buenas decisiones tomadas por el Ejecutivo. En contra de las zancadillas, los ataques y la poca fe que tiene la oposición en las capacidades de los españoles. Sánchez diez, Feijóo cero.
En doce minutos minutos dedicados a defender la Constitución de 1978 el Rey ha mostrado a todos los partidos políticos y a todas las instituciones del Estado el camino para evitar que el germen de la discordia regrese a nuestro país. Sin mencionar fechas, ni acontecimientos pasados, sus referencias a los últimos cien años, con una sangrienta Guerra Civil por medio estuvieron muy claras. Felipe Vi utilizó su mensaje navideño para reivindicar el nombre de España como Nación, como un gran país que tenemos que cuidar y defender entre todos.
Hoy, aceptemos sin reservas que fueron los vascos y miembros de ETA, Jesús Zugarramurdi, José Miguel Beñarán y Javier Larreategui los que mataron el 20 de diciembre de 1973 al entonces presidente del Gobierno, Luís Carrero Blanco; y aceptemos de la misma forma que fue la ex militante del PCE, Eva Forest, la que les ayudó desde el principio con el alquiler del piso bajo en la calle madrileña de Claudio Coello hasta su huida a otro piso en la localidad de Alcobendas, antes de cruzar la frontera y llegar a Francia un mes más tarde. Lo que llevamos sin saber 50 años más tarde quién o quienes les ayudaron para impedir que el franquismo se perpetuara.
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