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Hoy, aceptemos sin reservas que fueron los vascos y miembros de ETA, Jesús Zugarramurdi, José Miguel Beñarán y Javier Larreategui los que mataron el 20 de diciembre de 1973 al entonces presidente del Gobierno, Luís Carrero Blanco; y aceptemos de la misma forma que fue la ex militante del PCE, Eva Forest, la que les ayudó desde el principio con el alquiler del piso bajo en la calle madrileña de Claudio Coello hasta su huida a otro piso en la localidad de Alcobendas, antes de cruzar la frontera y llegar a Francia un mes más tarde. Lo que llevamos sin saber 50 años más tarde quién o quienes les ayudaron para impedir que el franquismo se perpetuara.
Los cuchillos electorales ya vuelan sobre Galicia. Hace cuatro años el Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo como candidato a la Xunta sacó más votos que sus tres adversarios de la Izquierda juntos. 627.762 papeletas frente a 616.470. Cuarenta y dos escaños frente a 33 asientos en el Parlamento autonómico. Cuarta victoria por mayoría absoluta, igualando lo conseguido por Manuel Fraga. La herencia que ha recibido Alfonso Rueda, el actual presidente, que puede adelantar la cita con las urnas al mes de febrero. Las pesadillas de los contendientes están aseguradas.
Ni el alemán Manfred Weber, ni el belga Didier Reynders conocen la dureza de la piel de Pedro Sánchez, ni las características de que goza merced a sus escamas de queratina, las mismas que le proporcionan flexibilidad para moverse tanto dentro de España como en Europa y hasta regenerarse por los daños recibidos ante los adversarios.
En cuatro años y tres elecciones autonómicas Isabel Díaz Ayuso ha conseguido que el Partido Popular pase de tener 30 escaños a tener 71 asientos en la Asamblea madrileña. En ese mismo periodo el PSOE, primero con Angel Gabilondo y luego con Juan Lobato ha pasado de 37 a 27, empatado con Más Madrid en escaños pero con menos votos.
El cumpleaños constitucional ha servido para ver de nuevos que nuestra Carta Magna no recibe el reconocimiento que merece, y que los dirigentes políticos están más preocupados por su futuro personal que por todo lo que signifique unidad de acción, tanto hacia dentro de España y su articulación territorial a varios niveles, desde el fiscal al educativo, como hacia el exterior en cuanto a defender las mismas posiciones en la candidatura de Nadia Calviño como presidenta del BEI, que sería una muy buena noticia para este país, al margen de las tendencias partidistas. La misma situación de irresponsabilidad se debe aplicar a las posturas sobre las guerras de Ucrania y de Palestina.
La puesta de sol en la Barceloneta llena de un rojo amarillento el entorno de la gran vela que sirve de icono a esa zona de la capital catalana y que se refleja en los grandes ventanales de la suite Extreme WOW del hotel. Acaba de llegar con el maletín de viaje que utiliza cuando va a pasar una única noche fuera de casa. Es domingo y el avión privado de la compañía y el coche que le esperaba a pie de pista le proporcionan la invisibilidad social que busca siempre que necesita para una de sus obligadas citas o para esas horas de soledad personal, lejos del despacho por el que desfilan los problemas de cuatro Continentes. Su propio martirio.
El Triangle
Se ve que muchas más. Lo explicaron sus protagonistas –Artur Mas y David Fernández– en el acto "Tornem-nos a abraçar”", que se celebró el lunes 27 de noviembre en Sant Feliu de Guíxols. Allí se presentó la "Segunda Conferencia Nacional por el Estado Propio" y participaron, además de Mas y Fernández, la expresidenta del Parlament Carme Forcadell y el impulsor de esta iniciativa, Pere Pugè, uno de los fundadores de la Amablea Nacional Catalana (ANC).
Lo que parece evidente siempre merece explicación. Pedro Sánchez ha negociado la amnistía con Carles Puigdemont por la imperiosa necesidad de los siete votos que Junts tiene en el Congreso. Si no fuera así no estaría hablando nadie de la amnistía, ni siquiera ERC, el PNV, Bildu, el BNG o la Cup. El presidente del Gobierno miente por necesidad, al igual que lo hacen la inmensa mayoría de los líderes políticos a lo largo de su vida como tales. Es un hecho, no una crítica moral. Hacen de la necesidad, virtud. Es una de las servidumbres o cualidades que primero aprenden los que hacen de la política su vida.
Cambios en el Gobierno a la espera de más cambios en diciembre con la salida de Nadia Calviño y la subida de Escrivá para frenar las exigencias de Yolanda Díaz; cambios en la dirección del PP con más poder para Cuca Gamarra, Miguel Tellado y Carmen Fúnez y mucho menos para Elias Bendodo; cambios en los candidatos del PNV con la retirada obligada de Iñigo Urkullu, y de Bildu con la renuncia de Arnaldo Otegui. La Legislatura acaba de comenzar y ya se ve que va a ser más dura que la anterior, por lo menos hasta el “superjunio” de 2024 con sus tres elecciones.
Los líderes de los dos grandes partidos mantienen a sus formaciones en el mismo error: para ganar y gobernar hay que destruir al adversario y aliarse con quien no se quiere. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo trabajan a corto plazo, uno frente a otro, sin ganas de buscar ningún acuerdo, empleando a los más duros de entre los suyos como arietes contra el llamado enemigo, que no adversario.
Primer círculo, el de Pedro Sánchez, formado por su equipo de confianza, desde Felix Bolaños, que sigue subiendo en la escalera del poder, hasta José Manuel Albares, que permanece impasible el ademán como ojeador de la política exterior. Por medio, María Jesús Montero, que se convierte en vicepresidenta pero con las riendas de Hacienda en sus manos, y Teresa Ribera, que sigue siendo la amiga invisible pero muy cercana. En ese círculo entran, por méritos propios y conocedores privilegiados de sus respectivos ámbitos durante los últimos cuatro años, Margarita Robles, Fernando Grande-Marlasca y Luís Planas.
Tenía siete años cuando en la televisión pública apareció la inquieta, laboriosa y divertida abeja Maya junto a su inseparable zángano Willie, el saltamontes Flip y hasta la malvada araña Teka. La serie que congregaba a los niños españoles ante la televisión la habían creado en Japón tres años antes, y tenía como fuente un libro escrito por el alemán Waldemar Bonsels en 1952. Fue un éxito con la voz de Matilde Vilariño como Maya y la banda sonora del checo Karel Svoboda. Una letra sencilla en la canción: el país era multicolor, élla, Maya, había nacido bajo el sol, era famosa en el lugar, volaba sin cesar y no había problema que no solucionara.
Dos días de debate, una votación y 179 votos a favor y 171 en contra. Pedro Sánchez ya es presidente de nuevo pese a que su partido, el PSOE, sólo tenga 121 escaños en el Congreso. Un éxito que lleva repitiendo desde junio de 2018 cuando ganó la moción de censura contra Mariano Rajoy. No ha habido sorpresas. Ninguna. Lo previsto desde el resultado final de las elecciones generales del 23 de julio. “Cada mochuelo a su olivo”, por usar uno de esos refranes más populares. Cada dirigente que ha intervenido ha defendido sus intereses, mirando hacia el interior de sus casas.
Podrían unos y otros, la derecha y la izquierda y, por supuesto, los independentistas que quieren separarse de la España en la que llevan viviendo más de quinientos años, con más o menos reconocimientos a su singularidad política, social, económica y cultural, leer el número 53 de “La Gaceta de Madrid” delo 22 de febrero de 1936. En ella aparece el Decreto Ley que firman el presidente Niceto Alcalá Zamora y el primer ministro Manuel Azaña tras las elecciones que se habían celebrado el 16 de febrero, apenas cinco semanas después de haber sido disueltas las anteriores Cortes. De los 473 diputados, el Frente Popular Obtuvo 263 mientras el Frente Nacional Contrarevolucionario lograba 156. El centro y los nacionalistas se quedaron con los n54 restantes.
Diez años más tarde y tras atacar a la entonces número dos del Partido Popular por sus explicaciones sobre los pagos al tesorero Barcenas, el PSOE de Pedro Sánchez, con Santos Cerdán y Felix Bolaños como signatarios, ha firmado seis divorcios en diferido con sus socios de investidura. Los llamados acuerdos son, en realidad, divorcios retrasados en el tiempo y con un alto costa para el futuro Gobierno, para las arcas del Estado y para la propia estructura territorial del mismo.
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