Puede que en unas horas o unos días Carles Puigdemont consiga que Pedro Sánchez le haga saber a su enviado especial y secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, que debe firmar lo que el ex presidente de la Generalitat y huido de lujo en Waterloo le ponga sobre la mesa. El presidente en funciones puede que consiga esos siete votos que necesita en el Congreso para mantenerse al frente del Gobierno, pero será tan sólo uno de los seis contratos, de mayor o menor enjundia que debe firmar para conseguir su investidura iniciar una Legislatura que resultará inútil por estar muerta.
Demasiada adulación a la Princesa de Asturias en su jura de la Constitución por parte de casi todos los medios de comunicación, con las televisiones cargadas de almibar a la carta en cabeza. Flaco favor le han hecho y le van a seguir haciendo todos los que forma machacona ensalzan su belleza y sus dotes para reinar. Lo primero es visible, para lo segundo habrá que esperar. Le van a impedir comprobar en primera persona la realidad política y social de España, que no es la de los 600 congresistas y senadores que ocuparon el Hemiciclo y le brindaron cuatro minutos de aplausos. Es otra bastante distinta. La clase política se ha alejado de los ciudadanos y éstos se han alejado de las instituciones, también de la Monarquía.
El sábado, Pedro Sánchez conseguía el apoyo total del Comité Federal del PSOE para “ en nombre de España” aprobar una amnistía para todos los condenados por los hechos ocurridos el uno de octubre de 2017 en Cataluña. El domingo en Málaga, Alberto Núñez Feijóo reunía a varios miles de personas en nombre de España, en contra de esa misma amnistía. Lo mismo que hacía en Madrid Santiago Abascal, también en nombre de España. En apenas tres meses nuestro país se ha convertido en “ La Malquerida “ que escribió Jacinto Benavente nueve años antes de que le dieran el Premio Nobel.
La representación oficial del pacto entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz tenía mucho de teatral y poco de política. Pensar que el líder del PSOE y presidente en funciones y la líder de Sumar ( que no de Podemos ) y vicepresidenta empeñada en que cada una de sus intervenciones públicas trasladen más a sus oyentes sus evidentes carencias formativas, iban a avanzar en el laborioso pacto de investidura que debería celebrarse a mediados de noviembre, era y sigue siendo una pesadilla en la que, en el centro de la misma, aparecen cogidos de la mano los nacionalistas catalanes y vascos.
Ni el presidente del Gobierno en funciones, ni el líder de la oposición, también en funciones, podrán aguantar cuatro años de Legislatura en las condicione de desmembramiento político que existe en los partidos españoles. Pedro Sánchez puede conseguir los votos necesarios para lograr la investidura pero no podrá estar gobernando bajo la presión constante de miembros de su propio Consejo de Ministros y del resto de los partidos que le hayan apoyado. Lo mismo cabe decir de Alberto Núñez Feijóo, obligado a cambiar de equipo tanto si se convocan de nuevo las elecciones como si tiene que estar cuatro años de oposición.
Es difícil pero no imposible. Si Puigdemont se lo propone y acepta el reto de obligar a Pedro Sánchez a ir a unas nuevas elecciones generales el 14 de enero de 2024, el Rey puede que quite al ex monarca belga, Alberto II, el record mundial que ostenta su país, al estar 650 días con un Gobierno en funciones. Basta con que confluyan a comienzos del próximo año un par de circunstancias que, con ser difíciles no son imposibles.
Es la insoportable levedad del ser, de la que escribió el checo Milán Kundera hace 40 años, la que cada día pone más difícil que Pedro Sánchez consiga los votos necesarios para seguir en La Moncloa. Esa levedad ideológica en los político, en lo económico y hasta en lo social tiene nombre y apellidos: el Sumar de Yolanda Díaz y las quince siglas que están bajo su cada vez menos blanco manto.
Están empeñados los dos grandes partidos en regresar al bipartidismo imperfecto de la Transición con la memoria de la España de Cánovas y Sagasta en su memoria. Una forma de repartirse el poder de forma civilizada para que de este país nuestro desaparezcan los sobresaltos y los gobiernos sean previsibles: diferencias en lo accesorio y acuerdos en lo fundamental. Para ello es fundamental que Núñez Feijóo logre deshacerse del Vox de Santiago Abascal, y que el PSOE de Pedro Sánchez siga apoyando la implacable destrucción del Podemos de Pablo Iglesias que lleva haciendo Yolanda Díaz.
Si hay Gobierno, será muy parecido al actual. Es la única pista que ha dado el presidente en funciones tras su entrevista con el Rey y la presentación oficial de su candidatura. Es más que posible que tenga menos Ministerios y que aparezca algún independiente que no pertenezca ni al PSOE ni a Sumar. Pedro Sánchez necesita los 31 votos que aglutina Yolanda Díaz y le tiene que dar una porción del futuro poder gubernamental, y ésta, a su vez, tiene que negociar una pequeña parte de ese poder con las otrora poderosas compañeras de Podemos. Que esté o no esté en el mismo Irene Montero es un tema fácil de resolver, existen muchos puestos y cargos que dependen del largo brazo del Ejecutivo.
Tiene de plazo hasta el 26 de noviembre para que una mayoría suficiente del Congreso apruebe su investidura. En el peor de los escenarios. Esa fecha marca los dos meses que tienen los partidos políticos para negociar los votos y lograr que salga a un presidente del Gobierno o asumir que se celebrarán nuevas elecciones el 14 de enero. Desde la primera votación perdida por el candidato Núñez Feijóo, el pasado día 27 de septiembre, el reloj del auténtico calvario para Pedro Sánchez se ha puesto en marcha.
El diputado Eduard Pujol ya tiene su pequeña nota a pie de página en la historia del Congreso. Ha protagonizado, con ayuda de la Mesa presidida por Francina Armengol, el último esperpento de la investidura fallida de Alberto Núñez Faijóo: votar si, cuando debía votar que no, darse cuenta de su error en menos de dos segundos, y hacer que la proclamación del resultado se demorase durante 15 largos minutos. No cambiaba el resultado final pero logró que todos los presentes en el Hemiciclo no pudiesen salir del mismo. El vicepresidente de la Cámara representando al PP quería que el candidato perdiese por un 177 a 173, mientras que el vicepresidente en representación del PSOE quería un rotundo 178 a 172. Solución salomónica de Armengol, el voto con las dos caras se consideró nulo.
Estamos los españoles atrapados entre la negrura pesimista del Godot que retrata Samuel Beckett y la madrastra ambiciosa que crearon los hermanos Grim. De nuevo, como a comienzos del siglo XVIII, un Rey debe decidir qué representación teatral se va a escenificar en el Congreso.
El candidato Núñez Feijóo ha convertido su sesión de investidura en la primera moción de censura a un gobierno que está en funciones y del que no se sabe si segurjrá con su actual composición en caso de que Pedro Sánchez logre en su propia investidura mantenerse en el poder. El líder del PP, que comenzó nervioso y hasta desorientado a la hora de explicar la España que quiere, se creció como el más duro y ocurrente de la oposición.
incuenta ml españoles llegados de toda España se concentraron el domingo 24 de septiembre de 2023 ( conviene recordar la fecha ) en Madrid convocados por el Partido Popular para manifestar su oposición a la posible amnistía para los condenados por el burdo intento de declarar independiente a Cataluña. Pocos españoles si miramos los 47 millones que conforman hoy España. Apenas el 0,1 por ciento. Eso dicen las matemáticas y me temo que ese mismo porcentaje es el que daría si preguntamos por el conocimiento de la Constitución a la que se dice defender.
Tienen el poder vicario que les han concedido los gobiernos de los 27 países de la Unión Europea y lo utilizan por encima de esos mismos gobiernos. Son cuatro auténticos camaleones por su capacidad para cambiar de color, de pensamiento y de actitud todas las veces que haga falta. Más que adaptarse a su entorno, hacen que el entorno se adapte a ellos. Lo consiguen por la evidente estulticia de los que se atribuyen la representación de los ciudadanos del llamado “Viejo Continente”. Desde Ursula Von der Layen a Christine Lagarde pasando por José Borrell y Luís de Guindos, los cuatro “gobiernan” Europa pese a no haber ganado nunca unas elecciones. Los ciudadanos les son ajenos en sus problemas.
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