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La tarde del 27 de junio de 1977 a las siete de la tarde, tras comer y una pequeña siesta, el presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, salía del chalet del diplomático y financiero, Manuel Ortínez, camino del palacio de La Moncloa. Durante años tuvo en estar fuera de España y llevaba negociando su regreso con mensajeros del Gobierno de Adolfo Suárez, con mensajeros del Rey Juan Carlos y siempre con el círculo empresarial más cercano al PNV, hasta el punto que el avión en el que viajó a Madrid era propiedad de Luís Olarra, el hombre que, ante el chantaje económico que le exigía ETA, optó por "otra solución”: les hizo llegar a los dirigentes de la organización terrorista que si le mataban a atentaban contra cualquier miembro de su familia había depositado 500 millones de pesetas en Marsella para que la mafia francesa acabara con todos los familiares de los cabecillas. No pagó ningún impuesto revolucionario. Nunca.
Sin las elecciones autonómicas del 18 de febrero, la crisis medioambiental de los mil millones de pélets vertidos al mar a mediados de diciembre tras la caída de seis contenedores que transportaba el buque Taconao, se habría resuelto de la misma manera que se ha hecho en Asturias, con Gobierno socialista, o en Cantabria con Gobierno popular. Es la batalla política por ganar en las urnas la que ha hecho que el presidente gallego Alfonso Rueda se haya enfrentado a la vicepresidenta del Gobierno central, Teresa Ribera, y al ministro de Agricultura y medio Ambiente, Luís Planas. Más allá de esta crisis puntual está el laberinto de los paraísos fiscales desde los que se maneja el transporte marítimo mundial.
Si Alfonso Rueda no consigue mantener el Gobierno de Galicia en manos del Partido Popular el próximo 18 de febrero con la mayoría absoluta que consiguió Alberto Núñez Feijóo durante cuatro Legislaturas, la derrota se le apuntará en el debe al actual presidente del PP. La distancia que separa Santiago de Compostela de Madrid es menor que la que separan las dos formas de gobernar que tienen Rueda e Isabel Díaz Ayuso o Juanma Moreno en Sevilla. El candidato popular gallego ha adelantado la electoral por dos razones bastante simple: el miedo a perder el poder o tener que pactar con Vox para mantenerlo.
Es imposible que una persona culta, con sólida formación económica y política, siempre de izquierdas, crítico con todos los partidos. y que ha publicado cientos de artículos y libros sobre la historia de este país llamado España, pueda pensar con sinceridad y sensatez que la creación de un nuevo partido político, para combatir desde dentro de la izquierda por una democracia popular, no sea más que un favor que se quiere hacer a la derecha.
El balance de este año que acaba de hacer el presidente del Gobierno sólo podía ser uno y así ha sido: su mirada al vaso llamado España no puede estar más lleno, nada de medias tintas. Todo lo conseguido, pese a la mala situación europea, a la herencia recibida de los gobiernos del PP, y a dos guerras como las de Ucrania e Israel, se ha debido a las buenas decisiones tomadas por el Ejecutivo. En contra de las zancadillas, los ataques y la poca fe que tiene la oposición en las capacidades de los españoles. Sánchez diez, Feijóo cero.
En doce minutos minutos dedicados a defender la Constitución de 1978 el Rey ha mostrado a todos los partidos políticos y a todas las instituciones del Estado el camino para evitar que el germen de la discordia regrese a nuestro país. Sin mencionar fechas, ni acontecimientos pasados, sus referencias a los últimos cien años, con una sangrienta Guerra Civil por medio estuvieron muy claras. Felipe Vi utilizó su mensaje navideño para reivindicar el nombre de España como Nación, como un gran país que tenemos que cuidar y defender entre todos.
Hoy, aceptemos sin reservas que fueron los vascos y miembros de ETA, Jesús Zugarramurdi, José Miguel Beñarán y Javier Larreategui los que mataron el 20 de diciembre de 1973 al entonces presidente del Gobierno, Luís Carrero Blanco; y aceptemos de la misma forma que fue la ex militante del PCE, Eva Forest, la que les ayudó desde el principio con el alquiler del piso bajo en la calle madrileña de Claudio Coello hasta su huida a otro piso en la localidad de Alcobendas, antes de cruzar la frontera y llegar a Francia un mes más tarde. Lo que llevamos sin saber 50 años más tarde quién o quienes les ayudaron para impedir que el franquismo se perpetuara.
Los cuchillos electorales ya vuelan sobre Galicia. Hace cuatro años el Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo como candidato a la Xunta sacó más votos que sus tres adversarios de la Izquierda juntos. 627.762 papeletas frente a 616.470. Cuarenta y dos escaños frente a 33 asientos en el Parlamento autonómico. Cuarta victoria por mayoría absoluta, igualando lo conseguido por Manuel Fraga. La herencia que ha recibido Alfonso Rueda, el actual presidente, que puede adelantar la cita con las urnas al mes de febrero. Las pesadillas de los contendientes están aseguradas.
Ni el alemán Manfred Weber, ni el belga Didier Reynders conocen la dureza de la piel de Pedro Sánchez, ni las características de que goza merced a sus escamas de queratina, las mismas que le proporcionan flexibilidad para moverse tanto dentro de España como en Europa y hasta regenerarse por los daños recibidos ante los adversarios.
En cuatro años y tres elecciones autonómicas Isabel Díaz Ayuso ha conseguido que el Partido Popular pase de tener 30 escaños a tener 71 asientos en la Asamblea madrileña. En ese mismo periodo el PSOE, primero con Angel Gabilondo y luego con Juan Lobato ha pasado de 37 a 27, empatado con Más Madrid en escaños pero con menos votos.
El cumpleaños constitucional ha servido para ver de nuevos que nuestra Carta Magna no recibe el reconocimiento que merece, y que los dirigentes políticos están más preocupados por su futuro personal que por todo lo que signifique unidad de acción, tanto hacia dentro de España y su articulación territorial a varios niveles, desde el fiscal al educativo, como hacia el exterior en cuanto a defender las mismas posiciones en la candidatura de Nadia Calviño como presidenta del BEI, que sería una muy buena noticia para este país, al margen de las tendencias partidistas. La misma situación de irresponsabilidad se debe aplicar a las posturas sobre las guerras de Ucrania y de Palestina.
La puesta de sol en la Barceloneta llena de un rojo amarillento el entorno de la gran vela que sirve de icono a esa zona de la capital catalana y que se refleja en los grandes ventanales de la suite Extreme WOW del hotel. Acaba de llegar con el maletín de viaje que utiliza cuando va a pasar una única noche fuera de casa. Es domingo y el avión privado de la compañía y el coche que le esperaba a pie de pista le proporcionan la invisibilidad social que busca siempre que necesita para una de sus obligadas citas o para esas horas de soledad personal, lejos del despacho por el que desfilan los problemas de cuatro Continentes. Su propio martirio.
El Triangle
Se ve que muchas más. Lo explicaron sus protagonistas –Artur Mas y David Fernández– en el acto "Tornem-nos a abraçar”", que se celebró el lunes 27 de noviembre en Sant Feliu de Guíxols. Allí se presentó la "Segunda Conferencia Nacional por el Estado Propio" y participaron, además de Mas y Fernández, la expresidenta del Parlament Carme Forcadell y el impulsor de esta iniciativa, Pere Pugè, uno de los fundadores de la Amablea Nacional Catalana (ANC).
Lo que parece evidente siempre merece explicación. Pedro Sánchez ha negociado la amnistía con Carles Puigdemont por la imperiosa necesidad de los siete votos que Junts tiene en el Congreso. Si no fuera así no estaría hablando nadie de la amnistía, ni siquiera ERC, el PNV, Bildu, el BNG o la Cup. El presidente del Gobierno miente por necesidad, al igual que lo hacen la inmensa mayoría de los líderes políticos a lo largo de su vida como tales. Es un hecho, no una crítica moral. Hacen de la necesidad, virtud. Es una de las servidumbres o cualidades que primero aprenden los que hacen de la política su vida.
Cambios en el Gobierno a la espera de más cambios en diciembre con la salida de Nadia Calviño y la subida de Escrivá para frenar las exigencias de Yolanda Díaz; cambios en la dirección del PP con más poder para Cuca Gamarra, Miguel Tellado y Carmen Fúnez y mucho menos para Elias Bendodo; cambios en los candidatos del PNV con la retirada obligada de Iñigo Urkullu, y de Bildu con la renuncia de Arnaldo Otegui. La Legislatura acaba de comenzar y ya se ve que va a ser más dura que la anterior, por lo menos hasta el “superjunio” de 2024 con sus tres elecciones.
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