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La misma izquierda que el 15 de mayo de 2011 ocupó las calles y sirvió, con sus protestas, que el PSOE de José Luís Rodríguez Zapatero perdiera las elecciones generales que se celebraron cinco meses más tarde, puede que consiga lo mismo en este 2023. Ahora está dividida como entonces, el pequeño grupo de dirigentes universitarios que se convirtió en su “representante” se rompió por las ambiciones internas, pero logró lo que parecía imposible de conseguir en la España que zozobraba en mitad de la mayor crisis del capitalismo desde hacia cien años, llegar al poder con una Vicepresidencia y cuatro Ministerios en el Gobierno de España.
Seis candidatos para conquistar el palacio de La Cibeles y nada nuevo bajo los focos de Tele Madrid. Tampoco dicen nada nuevo las encuestas y menos las que intentan trasladar los datos a nivel nacional a la realidad de cada Municipio. Las cifras de votos conseguidos por cada formación en 2019, actualizados de cara a lo que puede ocurrir el próximo domingo, arrojan una victoria Indudable para la derecha, con la única duda de si José Luís Martínez Almeida necesitará o no a Javier Ortega Smith para la mayoría absoluta.
La presidenta madrileña y el presidente de Castilla la Mancha se han unido de nuevo en sus ataques a la izquierda que representan Podemos y Bildu. Para Isabel Díaz Ayuso y para Emiliano García Page es una necesidad conseguir la mayoría absoluta en las elecciones del 28 de mayo. La primera sabe que va a ganar y que va a gobernar pèro quiere hacerlo sin la mlestia de Vox; el segundo cree que los votos que necesita para mantener se e el poder tienen que llegar de aquellos que rechazan tanto al PP como al Gobierno de Pedro Sánchez.
En esta carrera de fondo en la que se ha convertido 2023, las doce citas autonómicas y las 8131 de otros tantos Ayuntamientos, son tan sólo una muestra de hasta qué punto los deseos de conservar el poder o alcanzarlo logra que las mentes de los dirigentes políticos se nublen, casi tanto como los de miles de aficinados al futbol que no dudan en insultar y denigrar a los adversarios de sus equipos. Y el escándalo de Valencia de este domingo es un excelente ejemplo, con el árbitro ejerciendo de pirómano sobre el cesped. El socialista Illa espera que una subida del PSC lleve al presidente Pere Aragonés a conovocar elecciones o, al menos, cambiar el Gobierno.
Cinco mítines de otros tantos candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid demostraron, de nuevo, que la palabra debate no refleja lo que se vió en la televisión madrileña en la noche del martes. Encorsetado temáticamente en bloques y bien llevado por el presentador, lo que hicieron desde Isabel Díaz Ayuso - que iba a defender el título y lo defendió - a Alejandra Jacinto -que era la principiante y se le notó - pasando por Mónica García -que quiso y no pudo ejercer de líder de la oposición- hasta Rocío Monasterio - que tenía la obligación de atacar a la izquierda y a la presidenta pero sin pasarse y lo consiguió- para terminar con el candidato del PSOE, Juan Lobato, -que se disfrazó de notario o registrador de la propiedad para imitar en un mal estudiado gesto al “caballero de la mano en el pecho” de Doménicos Teotocopoulos- todos y cada uno de ellos se limitó a leer lo que ya se habían aprendido con mayor o menor fortuna.
La nueva líder de Ciudadanos, Patricia Guasp, intenta una misión casi imposible, la salvación de su partido como fuerza política declarando que el liberalismo es un patrimonio exclusivo del centro y que ellos, los “ciudadanos” son el centro. Dos mentiras en una nota que denotan que su historia y su futuro están lejos de su voluntad.
Tiene este país nuestro la aburrida costumbre de estar en perpetua carrera electoral. Da lo mismo que se aproximen o se alejen la citas con las urnas y que ésras sirvan para elegir presidentes de la Nación , la Autonomía, el Ayuntamiento o la representación en Europa. Miles de encuestas a lo largo y ancho de las Legislaturas llevarán la Felicidad a las empresas consultoras y a los analistas que interpretan apenas mil llamadas telefónicas.
Lo más positivo en estos días de agitación política y nervios en todos los partidos, ha sido el acuerdo entre la patronal que dirige Antonio Garamendi y los dos sindicatos que lideran Unai Sordo y Pepe Alvarez. Acuerdo necesario que debe tranqulizar a las dos partes en loos tres próximos años y que elevarán los salarios en un diez por ciento, en tres fases. Un ejemplo útil que deberían seguir Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. El resto de formaciones, también.
La fecha límite es el 28 de mayo, hasta entonces el Gobierno de Pedro Sánchez no va a parar de lanzar ofertas de todo tipo y hacia todo tipo de personas, desde los más de cien mil pisos para satisfacer una demanda creciente pero que no consigue el ahorro o la hipoteca suficiente, hasta las vacaciones y financiación para sus proyectos a los más jóvenes. Ahí está el “nicho electoral” que puede salvar a la izquierda. Los mayores de sesenta tienen cronificado su voto, y entre los 40 y los 60, lo que antes era amplia clase media ahora se ha quedado en tierra de nadie, con dudas entre lo que hay desde la izquierda y lo que puede venir desde la derecha.
Se trataba de un episodio de guerra electoral con declaraciones previas por parte de los contendientes. El escalafón del protocolo sirvió para utilizarlo como bengalas de aviso entre la Presidencia de la Comunidad de Madrid y el Gabinete del Ministerio de la Presidencia. Isabel Díaz Ayuso le ha dado una gran bofetada a Pedro Sánchez en la cara de Felix Bolaños. Mal para el PSOE del candidato Juan Lobato que no acierta a explicarse la metedura de pata organizada desde del complejo de La Moncloa.
Sin la nostalgia que envejece la memoria y la distorsiona, contemplar el panorama de dirigentes públicos que existe hoy en la política española me conduce al pesimismo cuando de pensar sobre el futuro de este país se trata. Las burocracia internas de los partidos han ido cercenando las posibilidades de acuerdo y regeneración de las instituciones que tanto necesitamos, desde la Corona al más pequeño de los Ayuntamientos. Sirve el tiempo, tal y como le servía a Proust o a Toynbee, para confirmar que las vidas personales se marchitan al igual que las políticas y que las civilizaciones se nutren para avanzar a estancarse de sus dirigentes. Ni Pedro Sánchez es Felipe González, ni Albertto Núñez Feijóo es José María Aznar, ni Yolanda Díaz nunca podrá ser Julio Anguita. Ni siquiera dos dirigentes tan madrileños como Alberto Ruíz-Gallatrdón e Isabel Díaz Ayuso con comparables en su ambición y osadía.
A un mes de las elecciones municipales y autonómicas podrían los distintos candidatos revisar sus salarios y comprometerse a bajarlos. Un gesto que a buen seguro les agradecerían todos sus votantes . En la maraña de retribuciones directas hay casos que sobresalen por encima de los demás. Vamos a hacer una pequeña lista ahora que estamos en época de declaraciones a Hacienda.
La presidenta de la Comunidad madrileña está segura de su triunfo en las urnas y de que tras las elecciones del 28 de mayo seguirá ocupando su despacho en la Puerta del Sol. Para Isabel Díaz Ayuso sus adversarios no son Juan Lobato, Mónica García o Alejandra Jacinto, su rival es Rocio Monasterio, por una simple razón: la candidata del PP necesita obtener la mayoría absoluta en la Asamblea, justo todo lo contrario que busca la candidata de Vox.
El parecido, la semejanza del Gobierno del socialista Pedro Sánchez con los de la II República española, sobre todo los últimos, es cada día más evidente. Si aquella Monarquía, más absolutista que la actual, sucumbió por sus tremendos errores, de los que no supo pedir perdón a tiempo y que el pueblo español se lo concediera, la actual de Felipe VI corre el riesgo de recorrer el mismo camino encargado en la figura de su padre y su, como parece, eterno retorno. Y la pregunta que subyace en nuestra España política y social: ¿ Se puede perdonar al Rey Juan Carlos para que vuelva del exilio ?
Empeñados en destruirse como formación política y apoyo de un posible gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez, tanto la dirección de Podemos como el difuso universo de Yolanda Díaz, deberían ser conscientes de que si su electorado abandona las urnas, por cansancio de sus enfrentamientos, lo pagarán muy caro a la hora de obtener representación en las instituciones, ya sean Autonomías, Ayuntamientos o el propio Estado.
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