No existe amarga victoria ni dulce derrota, pero sí puede ocurrir y está ocurriendo que el triunfo puede resultar un complicado sudoku y la derrota, además de ser una mala noticia en sí misma, convertirse en una difícil realidad. Y es en el mar de la complicación en el que Mariano Rajoy se ve obligado a navegar porque pese a su incuestionable triunfo no podrá gobernar si no resuelve con acierto el famoso sudoku político. Los avatares de Rajoy, que los tiene y muchos, no son menos complicados que las difíciles aguas en las que Pedro Sánchez y con él el conjunto del PSOE se ven en la necesidad de chapotear. Aquí hay charcos para todos.
Quien siga pensando que el Presidente en funciones no se entera, que lo suyo es leer el Marca tumbado en una hamaca es que no se ha enterado de quien es el candidato popular. No hay nada más infantil en política que agarrarse a los mantra, a las leyendas urbanas y algo de eso ha venido ocurriendo con quien hoy todavía habita en La Moncloa. Es curioso que haya tenido que ser el independentista José Rufián el que haya tenido que recordar algo así como que "Rajoy no es tonto". Y así, desde su propio estilo y con sus famosos tiempos que a muchos, menos serenos que él, nos exasperan, el candidato popular trata de tejer un acuerdo de mínimos -ha renunciado a la gran coalición- que le permitan continuar en La Moncloa. Para ello se ha reunido incluso con quienes sabe de antemano que nada tiene que hacer. El "plato fuerte" es el PSOE y es aquí en donde entramos en aguas difíciles.
Pedro Sánchez, a estas alturas, debe tener la cabeza como un bombo. Unos le dicen que se anime y si Rajoy fracasa que lo intente, que no renuncie de antemano a la presidencia del Gobierno; otros, que nada de abstención, ni siquiera por la mínima, y todos, que ni hablar de nuevas elecciones. Poner en orden tantas opiniones, ninguna de ellas inocentes, va a ser tarea complicada. Sin embargo no hay que despreciar la capacidad de Sánchez para la sorpresa siempre revestida de una buena dosis de audacia.
Si Ciudadanos, en un pésimo cálculo electoral y estratégico, ha entrado en bucle hablando de nombres, empeñándose además en una imposible mesa a tres, al mismo tiempo que afirma que no serán obstáculo, el PSOE no anda muy lejos de trasladar a la opinión pública un discurso -muchos discursos a la vez- realmente confuso y en política, cuando algo hay que explicarlo muchas veces, malo, muy malo.
El PSOE no puede querer todo a la vez. No puede querer que no haya elecciones que para ellos serían letales y al mismo tiempo meterse en almidón para afirmar -es una metáfora- que con Rajoy, ni a heredar. Saben desde el minuto uno que aun cuando Rajoy pactara con los denominados "afines", nada sería posible si los 85 diputados socialistas votaran en contra. Con esos "afines", ellos, los socialistas, trataron de llegar a acuerdos.
Un partido de Estado y con vocación de Gobierno, que ha sido clave en la construcción de la democracia española hay lujos que no puede, que no debe permitirse, máxime cuando al final de los finales se va a ver en la encrucijada de tener que decidir entre Rajoy o elecciones porque este dilema y no otro es el que está encima de la mesa. Todo lo demás, son ganas de gastar tiempo, de aburrir y cansar a los ciudadanos y de tener que iniciar desde ya el discurso pertinente. ¿Cómo explicarán una abstención mínima si esta finalmente se produce? ¿Cómo harán entender a los españoles que no queda otra que unas nuevas elecciones si se mantienen en el no y no?
Cuántas contradicciones, cuánto desgaste interno se ahorraría el ya debilitado PSOE si apostaran por una abstención mínima con estrictas condiciones y exigencias a Mariano Rajoy y desde una Oposición, con Pedro Sánchez como jefe de la misma, contundente y severa reconstruirse para volver a ser el Partido que siempre ha sido. Este ahorro de contradicciones se produciría de igual modo si de una vez por todas adoptaran la posición contraria. La política no es blanco o negro. Es necesario hablar, contrastar, ceder, calcular riesgos y beneficios y todo ello debería abordarse en el Comité Federal del sábado.
Es probable y legítimo que el PSOE quiera hacer morder la hierba a Mariano Rajoy. Llevarle al límite pero si de esto se trata deberían saber que el límite de Rajoy es su propio límite. El PSOE no tiene la "culpa" de la situación, pero sí tiene "responsabilidad" y si no admite esta "responsabilidad" es que se ve a sí mismo como irrelevante y puede que los ciudadanos, también.
Es más que probable que la próxima semana Rajoy y Sánchez se vean las caras. Le corresponde al anfitrión; es decir, a Rajoy, mostrar una actitud abierta, realista y generosa y al PSOE, más pronto que tarde, tomar una decisión porque para discursos que parecen acertijos ya está Ciudadanos.