En estos tiempos, en los que comprar títulos de renta fija a muy largo plazo que devuelven menos de lo invertido, se ha convertido en uno de los mejores negocios financieros, es importante no perder el anclaje que da el sentido común, aunque tarde lustros en pasar factura. Ocurrió con la inversión inmobiliaria donde se hizo mucho dinero sin pensar en quién pagaría la cuenta; hasta que lo supimos.
Es paradójico, pero detrás de las estadísticas que relatan el magnífico comportamiento de los fondos de renta fija, hay humanos que, aplicando una lógica que obligaría a reprogramar en inverso a un autómata, compran por un precio un contrato en el que se comprometen a recibir menos de lo pagado dentro de ¡cinco, diez, e incluso cincuenta años! como está a punto de ocurrir en Suiza. ¿Son estúpidos? No de momento. No, si hay alguien al que vender ese contrato con prima. Y lo hay, de modo que va a seguir pasando. Usted verá si quiere jugar a este enredo, porque mientras dure, es de las pocas cosas seguras, –aunque segura solo es la muerte-, en el mundo de la inversión.
El FMI, que ahora revisa sus pronósticos de crecimiento para la eurozona tras el Brexit (1,6% en 2016 y 1,4% en 2017, antes 1,7% en ambos) asumiendo que Reino Unidova hacia el llamado modelo noruego (cambia todo para que nada cambie), sugiere al BCE que no baje más los tipos si precisa introducir más estímulos: “Preferimos que compre más activos” dice el número dos para Europa del FMI al tiempo que presenta su revisión de pronósticos. ¿Y si no hay activos? Pues que baje las exigencias y amplíe el rango de bonos que puede comprar, dice el FMI. Y es que bajar más los tipos de interés, prácticamente imposibilita la salida del agujero del sector financiero mediante el negocio bancario tradicional, por no hablar del sector de seguros, o el de los fondos de pensiones. Desconozco si también el de seguros de decesos, aunque es sabido que las crisis financieras provocan un incremento de los suicidios. El de un pensionista italiano que perdía la totalidad de sus ahorros (100.000 €) afectado por la reestructuración de cuatro pequeños bancos en aplicación de la legislación europea de bail-in, tuvo una gran repercusión social y política en un país que ha de celebrar un referendo de reforma constitucional en noviembre y que tiene su sistema financiero al borde del abismo.
La crisis bancaria lo fue menos en Italia en 2009-2012 porque los bancos emitieron enormes cantidades de bonos para financiar la morosidad de empresas y familias. Esas emisiones gran parte colocadas entre minoristas –se estiman €200.000 millones- son ahora una carga explosiva de dimensiones e implicaciones desconocidas, y no solo para Italia. El rescate del sistema bancario italiano ha de producirse. Si se hace mediante el principio “accionistas y bonistas primero” –en eso consiste el bail-in- que ya fue aplicado en el caso español incluso antes de su entrada en vigor, el coste político para el gobierno italiano y para la supervivencia del euro puede ser tan alto como inasumible, de modo que es muy probable que sea preciso saltarse las reglas recién implantadas y permitir la inyección de dinero público en los bancos, y aun incumpliendo lo recién legislado, preservar a los pequeños ahorradores. Entre lo malo y lo peor, mejor lo malo. Visto el referendo británico, mejor no confiar en lo que resuelven los votantes. Es cada vez más evidente lo muy mal cocinado que llegó a la mesa algo tan importante como el euro, y aunque el sentido común llevaría a pronosticar su desaparición, quién sabe si como con los compradores de bonos, el sentido común se mantiene al margen el tiempo suficiente como para que por algún arte de fortuna, sea posible encontrar la fórmula que resuelva las enormes contradicciones de este tiempo nuevo, donde uno da más para recibir menos.