La dama de hierro que ejerció como segunda de a bordo de José Antonio Griñán en el gobierno de la Junta de Andalucía, ahora todopoderosa Presidenta Susana Díaz, no está dispuesta a quemar sus naves en una batalla que hoy por hoy aparenta estar perdida.
Todo indica que Díaz no quiere auparse caminito de Ferraz, para luego meter la directa y de un acelerón llegar a la Moncloa. No están los tiempos para fantasías animadas de ayer y hoy. Y menos tras los últimos resultados electorales en toda España y por supuesto Andalucía. El granero de votos del PSOE, una comunidad demonizada desde las medianías de la Transición con aquella cantinela tan odiada aquí de “el voto cautivo”, no respondió, aunque si aportó lo suficiente para que el PSOE a nivel nacional no fuese adelantado por la izquierda por los que a ella le gusta calificar como “extrema izquierda y comunistas”.
Paradójicamente, por eso, por las malas cifras obtenidas en el sur, todavía manda tanto Susana dentro de su casa. Malas pero no malísimas, que respondería ella con ese discurso claro y sin fisuras, con esa elocuencia que la caracteriza. En Andalucía y por la derecha, la ventaja el 26J del PP sobre el PSOE andaluz fue de tan solo 98.000 votos, frente a los más de dos millones en toda España y su victoria sobre Unidos Podemos fue de más de 500.000 papeletas. Por eso, a ver quien le chilla, con la que ha caído y está por caer. La Presidenta sabe que estos resultados en unas autonómicas no se reproducirían, bueno, lo sabe o se lo imagina. Su política de “cercanía” a la población, su forma de batirse en el Parlamento de Andalucía (“dales caña, Alfonso”), su respeto exquisito a los acuerdos de respaldo a su gobierno con Ciudadanos en la comunidad (sustentado en su supuesta buena sintonía con su líder Juan Marín, un político “de provincias” listo como él solo que militó en el PSOE, en el PP y en donde hiciese falta), la asepsia aplicada alrededor del caso de los ERES (que se desinfla poco a poco desde que la jueza que empezó la furibunda instrucción, Mercedes Alaya, pasase a otros menesteres), su discurso transmitiendo la idea de que al menos está intentando salvar los muebles del viejo estado del bienestar frente al horror de la política de Rajoy… toda esa táctica que hasta ahora le está funcionando, se podría venir abajo si se “entretiene” en una batalla por auparse en el lugar de Pedro Sánchez. En el lenguaje del vulgo, “mal vale pájaro en mano…” . Y esperar a que el Secretaria general se de el batacazo. Es lo más sensato. Haga lo que haga su jefe los próximos días de cara a la posible investidura de Rajoy, la decisión estará envenenada y por ello, ella lo va dejar hacer, no le va a poner un pero.
Todo apunta a que su decisión es dedicarse a seguir manteniendo su feudo. Un feudo que internamente gobierna con la misma mano de hierro que apuntábamos al principio. Limpia la casa de la más mínima contestación, a buen recaudo la vieja guardia del “Clan de Alcalá” y en sitios claves sus capitanes, solo le queda seguir haciendo lo que hasta ahora le ha salido tan bien: sentarse a ver el cadáver…, montarse en los vagones de tren de la supuesta “recuperación” económica que le interesen y gritar fuerte y claro, como ella sabe hacer, cuando las desventuras económicas asoman, que la culpa es de la derecha. Puro manual, puro arte. A ver cómo le sale.